• El presidente de Endesa sabe que tiene los días contados en la eléctrica y busca acomodo.
  • Además, el ministro Soria no cuenta con él como interlocutor.
  • Por su parte, la petrolera mexicana se enfrenta a un dilema: o hacerse con Repsol para emerger en el mercado internacional o abandonar la compañía, donde aún posee el 10%.
  • Emilio Lozoya, director general de Pemex, ha fracasado en su intento mediador sobre YPF... que no parecía ser el objetivo último.
  • Y, al fondo, la sombra de Slim, que siempre resulta muy alargada.

El escenario es éste. El pasado lunes, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, presentaba la reforma energética mexicana, centrada en su petrolera estatal Pemex. Mensajes más contundentes que claros. Peña insiste en que no se privatizará Pemex pero al mismo tiempo habla de aprovechar mejor los recursos naturales mexicanos, de hacer del petróleo un motor del crecimiento económico y de que se abre una nueva etapa, con alusión a la firma de acuerdo con entes privados para relanzar la empresa.

El nuevo director general de Pemex, Emilio Lozoya estaba convencido de que esa expansión del gigante dormido debía hacerse vía Repsol. Atrás quedaban, presuntamente, el enfrentamiento de la anterior cúpula de Pemex, aliada con Sacyr para destronar a Antonio Brufau. Ahora se trataba de caminar juntos, con su alianza que tendría por primer objetivo la exploración y producción en el propio México.

Pero luego, Lozoya enseñó la patita: presentó un acuerdo de paz con YPF, y se produjo la crisis. Las buenas relaciones entre Lozoya y Brufau apenas duraron cuatro semanas. Ahora mismo, a Pemex sólo le quedan dos caminos: o aumentar su participación en Repsol (ahora del 10%) o vender la mitad... o todo.

En ese punto es donde entra el presidente de Endesa, Borja Prado (en la imagen), a quien, como ya adelantara Hispanidad, los italianos de ENEL sólo esperan el momento adecuado para prescindir de sus servicios Y él lo sabe. Borja Prado fue el primer autor intelectual de la famosa portada sin firma de Expansión, en la que se nos informaba de que "Repsol buscaba un cambio en su cúpula". ¿Qué parte de Repsol buscaba Desde luego no la cúpula, es decir, desde luego, no Antonio Brufau.

Pues bien, Borja Prado se ha ofrecido a la nueva Pemex para un nuevo intento de asalto: si él lograra la Presidencia de Repsol -para lo que necesitaría, no sólo el apoyo de Pemex sino también de Sacyr y de Caixabank- allanaría el camino a los mexicanos para su objetivo último, que no es la firma de un acuerdo de paz con los argentinos, sino el control de la petrolera española.

Prado ya ha viajado a México con este objetivo y su ofrecimiento ha quedado encima de la mesa. Es lógico: el fichaje de José María Aznar, enemigo eterno de Repsol y de Brufau, no le ha servido de nada. No hablo de Hispanoamérica, sino de España. Y encima el ministro José Manuel Soria y su secretario de Estado, Alberto Nadal, no le consideran interlocutor. Prefieren hablar directamente con Roma.

Ahora bien, el asunto parece bastante complejo. Pemex es hoy una empresa muy solvente por su titularidad pública y muy poco rentable, sin apenas liquidez. No está para aventuras pero tampoco puede quedarse en letargo y sometida a sindicatos corruptos. Su capacidad de asalto a Repsol es muy limitada y el Gobierno Rajoy no la desea.

Eso sí, no olviden añadir otro elemento a la ecuación: Carlos Slim. El magnate mexicano de origen libanés ha tenido su parte en la ruptura entre Lozoya y Brufau, de la misma forma que ahora libra una batalla contra Telefónica en KPN. Vamos, que don Carlos Slim se enfrenta a dos de las tres grandes empresas industriales españolas: Telefónica y Repsol. Ya sólo le falta buscarle las cosquillas a Iberdrola.

Miriam Prat

miriam@hispanidad.com