Es sabido que José Bono controla las masas. La demagogia es su fuerte. Y nada habría ido mejor para añadir un toque lacrimógeno a su discurso de despedida que mencionar a su mujer. Habría sido lo lógico si efectivamente se retirara de la política para dedicarse a su familia. Lo ha hecho en alguna ocasión. Pero este viernes, no. Sus palabras calculadas trataban de arrancar la emoción. Se le ha escapado que el 50% de la población española habría sacado el clinex si hubiera mencionado a su mujer.

¿Por qué no la mencionó? Porque probablemente no estaba pensando en ella. Y esto no quiere decir que tenga problemas conyugales, sino que como afirma- la política le gusta, no sabe hacer otra cosa y aunque lo niega, se va después de haber perdido el pulso con Zapatero tras el acuerdo con los nacionalistas.