El espectáculo de un primer ministro brindando por la muerte de un semejante, aunque sea un terrorista miserable, que ha ordenado el asesinato de centenares de personas, no parece muy edificante. ¡Qué se yo! ¡Las formas!

Y no es que uno pretenda darle una lección al Pentágono sobre el arte de la guerra, no, pero para mí que acabar con el terrorista más buscado, cabeza de una legión de asesinos con una bomba lanzada desde un F-16, machacada por una segunda bomba en un segundo F-16, pues no se, como que no me parece muy adecuado. Significa, simplemente, que seguimos haciéndole la guerra al terrorismo con bombardeos, es decir, utilizando tácticas militares en lugar de policiales. ¿Por qué no se detuvo a Musab Al Zarkawi y a sus colaboradores en lugar de pulverizarlos? ¡Cuánta información podría haberse obtenido de ellos sobre toda la pirámide de miserables asesinos! Y no sólo información, aunque la verdad es que los terroristas acostumbran a ser lo suficientemente cobardes como para cantar el Gaudeamus en cuanto les detienen, pero no se trata de eso. Simplemente con detenerles se obtendría información sobre su identidad, familias, relaciones

El terrorista nunca da la cara como la da un Ejército. El terrorista se esconde entre los civiles, entre la gente de bien, golpea y se retira o se suicida. En cualquier caso, desaparece y hay que encontrarle. La mejor arma contra el terrorismo, la guerra del siglo XXI, es la información. Y para manejar información se necesitan investigadores, no marines.

Pero aquí todo el mundo asoma la patita cuando le tocan la fibra más sensible, que la de mala uva: el ministro español de Defensa, José Antonio Alonso, ha felicitado al jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, por eliminar a Al Zarqawi, lo que supongo que, para la progresía española, es un acto muy democrático. Aquí se repite, con sospechosa insistencia, el principio de que muerto el perro se acabó la rabia. Es el mismo que aplica el Nuevo Orden Mundial para fomentar el aborto y la contracepción masivos como instrumento contra la pobreza, con el inapelable argumento de que si matamos al hambriento terminaremos con el hambre en el mundo.

Volviendo a Al Zarkawi: ¿No habíamos quedado en que era mejor matar que detener? ¿Acaso la progresía lucha con vehemencia contra la pena de muerte? Lo que han hecho los F-16 norteamericanos ¿no se parece mucho a una ejecución?

Además, los bombardeos provocan víctimas inocentes, y pérdida de fuerza moral, que, a fin de cuentas es la fuerza más poderosa que existe. No, la guerra norteamericana en Iraq era injusta, pero lo malo es que, además, está creando escuela. Con bombardeos no se gana ni la guerra contra el terrorismo ni la guerra de Iraq, y encima se crea una muy mala doctrina.

Eulogio López