Un ahorrador no es un inversor, aunque no existe el derecho a rentabilizar los ahorros sin riesgo de devaluación. Me explico: todo el debate actual consiste en si el dinero del contribuyente deben pagar las pérdidas del ahorrador. ¿Deben? Yo pienso que no.

Aclaremos algo: se es contribuyente a la fuerza, pero se es ahorrador si se puede e inversor si se quiere. Antes de seguir adelante, quizás haya que aclarar que ahorrador e inversor no son una misma cosa. Un ahorrador es aquel que, una vez cubiertas sus necesidades, aún le sobra dinero, mucho o poco. Por tanto, no estamos hablando de menesterosos proletarios, sino de lo que ha dado en llamarse clase media. Las clases bajas y medio-bajas, al menos hasta cierta edad provecta, no tienen ahorros que rentabilizar sino deudas que pagar. Esta es la razón por la que la presente crisis, por tener su origen en la especulación financiera, ha afectado más a Occidente que al Tercer Mundo: nos lo tenemos merecido.

Ahora vamos con la distinción entre ahorrador e inversor, dos categorías con dos respuestas morales -la economía no es más que una rama de la moral... o de la inmoralidad- diferentes. Veámoslo con una distinción: el que coloca sus ahorros en una IPF y el que los coloca en un fondo de inversión. El que invierte en un fondo busca rentabilidad. Lo que puede exigir a su gestor, a su banco, es la máxima transparencia para que no exceda el riesgo que el cliente ha decidido asumir. Nada más. Pero si se informa, verá que el dinero de su fondo ha sido invertido en artículos ferozmente especulativos, bonos basura incluidos, que nada aportan a la economía real, es decir, al bien común. Es decir, que está colaborando con un Wall Street parásito de la economía real, y mientras obtenga rentabilidad no hace preguntas. El partícipe de un fondo de inversión o fondo de pensiones -encima bonificado fiscalmente en todo Occidente- sólo puede protestar porque las crisis se lleven sus ahorros en el caso de que el gestor le haya engañado y haya convertido un fondo destinado a invertir en deuda pública a productos de alto riesgo.

El ahorrador de la imposición a plazo fijo, la IPF; quizás el producto de pasivo más tradicional, es distinto, aunque también tienen su responsabilidad. El de la IPF sólo le exige al banco la rentabilidad a la que se ha comprometido pero no pregunta cómo la va a conseguir a la entidad. En cualquier caso, es un inversor. Y tanto el partícipe como el titular de una IPF pueden estar contribuyendo a la especulación, causante de la actual crisis.

Pero ambos, también el de la IPF han asumido un riesgo y nadie les obligó a ello. Y el riesgo supone que pueden ganar o perder.

El ahorrador de texto plano es aquel que simplemente tiene una cuenta corriente o una libreta de ahorros para sus gatos, porque ya es imposible vivir sin domiciliar recibos, al menos en España. En otras palabras, el que utiliza el banco para sus necesidades básicas, un mero instrumento para su vida diaria. Ese es el que debe estar protegido si su banco, en otras divisiones de su negocio, se ha puesto a especular y se ha pillado los dedos. Y la protección lógica de este inocente al 100 por 100 son los fondos de garantía de Depósitos, dotados, no por el contribuyente, sino por los propios bancos, como mínima contraprestación por el privilegio concedido de trabajar con el dinero de los demás. Además, no olvidemos que el cliente modesto es el mejor cliente del pasivo para una entidad financiera, con el que se logran verdaderas economías de escalas. 20.000 euros asegurados pueden ser una cantidad suficiente.

Distinción aún más relevante de cara al bien común: hay que distinguir entre particulares y entidades. El jueves, la canciller Ángela Merkel advertía a las entidades alemanas -y ojo, que la Deutsche Bank es un gigante de la especulación- que su Gobierno no iba a salvar bancos: ¡Bien por Merkel! Porque si es discutible la ayuda al ahorrador-inversor, darle gasolina al pirómano es de traca. Curiosamente, lo que pretendía  

Muy mal el presidente francés Nicolás Sarkozy: ¿Un fondo paneuropeo para salvar bancos, vendido encima como si se tratara de salvar ahorros particulares, al modo Bush? En tal caso, un fondo para salvar al pequeño cliente de la libreta de ahorros. No se puede vivir en el chantaje permanente: si cae el banco también caes tú, pero cuando el banco triunfa tú continúas igual de pelado.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com