Lo escuché a un cura y creo que merece la pena. Título: los tres maestros de la sospecha acerca de la naturaleza humana. El primero sería el inefable Carlos Marx, Charly para los amigos, para quien el hombre es un sujeto al que sólo le preocupa, y le ocupa, la economía. Para ser exactos, su propia economía. Un sujeto avaricioso hasta la violencia y mayormente mezquino, si ustedes me entienden.

El segundo maestro de la sospecha sobre el género humano es Segismundo Freud, esa mente sucia, como lo calificaba Chesterton, para quien el hombre es un rijoso impenitente, atormentado por el sexo y perpetuamente agobiado por pensamientos abracadabrantes que no le permiten sentir algo que suene a noble.

El tercer maestro de la sospecha es Carlos Gustavo Jung, discípulo de Freud, pero en versión suiza, no austriaca. Para Jung, el hombre es un ser sin corazón que ambiciona el poder.

Está claro que este trío no tiene buen concepto del hombre. Supongo que topaban siempre con individuos rastreros y sinuosos.

Frente a ellos Benedicto XVI (en la imagen), el Papa, la Iglesia de Roma, que, guste o no, supone un asidero firme. Nos dicen: el hombre es un miserable pero digno de ser salvado por el Creador. El hombre es un pecador, pero puede arrepentirse. El hombre es un pelagatos pero puede convertirse en héroe. Un ignorante que absorbe sabiduría. Un inclemente capaz de misericordia. La Iglesia ofrece esperanza, los tres maestros de la sospecha no.

Por eso, la renuncia del Benedicto XVI provocó un sentimiento de orfandad hasta en los más recalcitrantes ateos. Bien está apostrofar de la Iglesia mientras sepamos que están ahí, para poder injuriarla a gusto pero, al mismo tiempo, sentir que hay una agarradera.

A fin de cuentas, todo el mensaje de ocho años de pontificado de Benedicto XVI podría resumirse así: el hombre es un ser amado por Dios e, increíble, capaz de amar. A partir de ahí, todo está en orden, incluido.

Lo cual no quita, claro, para que el Nuevo Orden Mundial (NOM) busque un Papa progre. Para ello, resulta fundamental desacreditar, no ya a los candidatos, sino a todo el cuerpo eclesial. Creo que ha hecho bien Benedicto XVI en adelantar el cónclave todo lo posible porque esta 'campaña electoral' puede hacerse muy larga. Desfilarán todos los pederastas y hasta los que no lo son. Se inventarán todas las fracciones existentes en la curia... y hasta las inexistentes. A fin de cuentas, cuando se trata de la Iglesia todo vale. Si el lema del cristiano debe ser "de derrota en derrota hasta la victoria final", el de los cristófobos es justo el contrario: "De victoria en victoria hasta descalabrarse".

Eulogio López

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