Con enorme entusiasmo arrancaba este jueves la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia (Alemania), el primer viaje al extranjero de Benedicto XVI. Joseph Ratzinger, catedrático de Teología, se ha convertido en Benedicto XVI, pastor de la Iglesia universal, peregrino entre los peregrinos.

Desde 1.164, la tradición sitúa la tumba de Melchor, Gaspar y Baltasar en la catedral de Colonia. Ellos lo dejaron todo por seguir a una estrella que les guiaría hacia el Rey de Israel, el Salvador. No sabemos si eran tres, si eran reyes o si eran magos. Pero sabemos que Cristo -aun siendo judío- quiso hacerse presente a todos los pueblos. Y sabemos por el Evangelio, que hombres venidos de lejos llegaron a adorarle.

Para los españoles, los Reyes Magos son una realidad mucho más palpable que los impuestos. La fe en Melchor, Gaspar y Baltasar atraviesa un recorrido similar al espiritual. Nuestra ingenuidad infantil nos ofrece una fe de esperanza e ilusión. El fracaso nos aparta de la tradición hasta que volvemos a recuperar la fe. Porque es un milagro que estemos presentes, que el amor exista, que la vida se perpetúe, que los niños sonrían con esa ilusión mágica de la noche de Reyes.

En el fondo, todos los adultos que todavía creemos en los Reyes Magos, hemos hecho un recorrido de infancia espiritual. De sencillez y capacidad de asombro ante la maravilla de la vida. Ese es el camino al que nos llama Benedicto XVI. Los Magos -dice el Papa- lo dejaron todo con esfuerzo y dedicación, sin volver la vista atrás. Porque sabían que iban que el Camino tenía un final feliz.

A esta seguridad es a la que nos llama Benedicto XVI. "Dejaos sorprender por Cristo, abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso", porque sólo El es capaz de dar pleno sentido a nuestras vidas, a los derroteros inhóspitos, a los fracasos y desgracias, pero también a las alegrías. "Quien deje entrar a Cristo, no pierde nada, se abre a las puertas de la vida". Quizás por eso Colonia es estos días un hervidero de vida, entusiasmo, alegría contagiosa, comunión y hermandad.. La vitalidad juvenil se funde con la certeza de saberse amados por Dios y hermanos de los demás.

Benedicto XVI ha tenido también palabras sobre Europa. Sabe que la Iglesia es más floreciente en otras latitudes del planeta, pero también reconoce que la crisis europea es una crisis para el mundo y para la Iglesia. Por eso señala a Europa como heredera del testimonio de la fe cristiana, la que conforma el humus de esa comunidad social y política que hoy está conformada como unión Europea.

Pero el discurso del Papa se dirige fundamentalmente a los jóvenes, a los que califica como "la fuerza de paz en el mundo". "Juan Pablo II os animó a ser constructores intrépidos de la civilización de la verdad, del amor y de la paz". Ese es el reto. El futuro del mundo se encuentra ahora en Colonia, capital mundial de la juventud. Y a esos jóvenes, sedientos de libertad, que han llegado a Colonia por los distintos "derroteros de la vida", a esos jóvenes es a los que el Papa anima a dejarse sorprender por Cristo.

Para tener la misma fe que los Magos, que con su sencillez supieron descubrir al Salvador en la pobreza, en lo abandonado del mundo, en lo pequeño e insignificante para los ojos humanos. La misma sencillez e insignificancia que la presencia real del Salvador en el pan eucarístico. A esa fe alegre, confiada y feliz nos llama un Papa que ha tenido que abandonar su discurso académico y erudito para abajarse al lenguaje sencillo y vital de los jóvenes. Gracias, Santo Padre.

Luis Losada Pescador