El primero en pedir que cerraran los bancos zombis, es decir, aquellos que no tienen viabilidad, fue Emilio Botín, presidente del Santander.

En Hispanidad le aplaudimos por ello. En efecto, la única manera de sanear la banca es que los contribuyentes no tengan que pagar una mala, o fraudulenta, gestión bancaria, dejando caer a las entidades inviables: que el Estado pague a los depositantes y que pierdan los inversores. Por el momento, no podemos acusar de incoherencia al Santander. Digo 'por el momento', porque es cierto que no ha asaltado ningún banco 'zombie' con dinero público pero aspira a quedarse con Catalunya Caixa (CX).

Luego fue Francisco González (FG) presidente del BBVA, quien propuso lo mismo: terminemos con los bancos zombis. Sólo que, a renglón seguido, se quedó con el chollo que le ofreció el Banco de España y, sobre todo, sus amigos del nuevo Gobierno Rajoy: Unnim. Además, ahora le disputa Catalunya Caixa al Santander: otro banco zombi pero muy atractivo si el Gobierno aporta un plan de adquisición de activos (EPA) interesante.

Pero una cosa es la práctica y otra la teoría de FG. Así, el BBVA ha vuelto a repetir que quiebren los quebrados, es decir, que los eliminen. Eso está muy bien, pero no parece que renuncien a ellos ni que ni tan siquiera planten cara al Gobierno y al Banco de España en su empeño por endeudar al Estado más de lo que se ahorran con los ajustes impuestos a los ciudadanos.

Eulogio López

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