Había que elegir entre exigencias duras y plazos laxos o lo inverso

El acuerdo de Basilea estuvo a punto de romperse por las exigencias de japoneses y estadounidenses. Así que había dos opciones: o se hacía un acuerdo duro  exigente, pero se relajaban los plazos; o se planteaba un acuerdo para ya pero mucho más laxo. Al final se ha optado por la primera fórmula y se ha acordado retrasar 5 años hasta el 2018 las exigencias de liquidez. El sistema financiero mundial respira tranquilo tras encontrarse con más tiempo para una adaptación que básicamente exige que los créditos estén acompasados por los depósitos. O sea, lo básico: que el banco actúe de intermediario financiero entre el exceso y el déficit de liquidez.