Daba un poquito de asco contemplar ayer la WWW, llenita de Bárcenas, y los periódicos de hoy martes.

No sé si en 30 años de democracia hemos conseguido superar la guerra civil pero no el cainismo que la produjo. Ahora, además de cainitas, nos hemos vuelto puritanos.

Cainitas. Porque sólo hay que ver a los socialistas -Rubalcaba, Soraya, Valenciano, Hernando) exigir la dimisión de Rajoy cuando tiene más porquería en su casa que los populares. A ningún partido político parlamentario parece interesarle terminar con la corrupción -entre otras cosas porque tendría que hacer limpieza en casa- pero dime de qué acusas y te diré de que adoleces.

No les interesa la justicia, les interesa la venganza, el aprovechar le trinque ajeno para ocultar el propio y, de acaso, para masacrar al adversario.

¿Qué esperabas Se preguntará el cínico. Pues esperaba que los españoles, por una vez, no fuéramos tan idiotas como para tirar piedras sobre nuestro propio tejado.

Y además nos hemos vuelto puritanos. Quiero decir que determinados casos de corrupción resultan, en efecto, perseguibles, pero otros parecen propios de la hipocresía puritana, esa que nos conduce a las palabras del cardenal Rouco, cuando comentaba que si el mayor pecado es no pagar a Hacienda es que algo marcha mal (no, no decía el obispo que no hubiera que pagar a Hacienda, tranquilos).


Y el puritanismo siempre ha sido muy hipócrita y muy triste. Chesterton describía a los puritanos como esos seres que "preferían rezar en un establo a rezar en una catedral por la sencilla la razón de que la catedral era más bella". El puritanismo, además, es muy fariseo: se rasga las vestiduras por fruslerías y se calla, cobarde, ante las bestialidades. En lógica 'rouquiana', se rasga las vestiduras frente a un sobresueldo en 'b', mientras promueve el "derecho al aborto", es decir, la matanza de inocentes. Por ejemplo.

No sabemos la profundidad del caso Bárcenas, entre otra cosas porque el extesorero del PP ha mentido ya tantas veces que no sabemos cuándo creerle. Ahora bien, si Rajoy y Cospedal ingresaron 45.000 euros por barba durante los ejercicios 2009-2010, caramba, no parece tan difícil cotejar sus cuentas bancarias con sus declaraciones de Hacienda, señor juez, y comprobar si las acusaciones son ciertas o falsas. Vamos, digo yo.

Porque que un señor que ha amasado, sin ser propietario de una empresa, una fortuna de más 40 millones de euros –esta vez sí, de dinero negro en su mayoría-, acuse al presidente del Gobierno de haber cobrado 45.000 euros en dos años, precisamente cuando ha ingresado en prisión... pues, hombre, resulta un poco sospechoso.

Y que quede claro: Si Rajoy tiene que dimitir que dimita y que sea condenado. Pero caramba, a algunos les gusta demasiado dramatizar... no sólo a Pedro José Ramírez.

Somos un país cainita y, encima, nos estamos volviendo tan puritanos como los ingleses. Y con todo ello, podemos concluir que el caso Barcenas no es sino una consecuencia de la descristianización de España. La fe en Cristo y el amor a María, las características más nobles y más recias de la esencia española, han sido sustituidos por un afán por hacerse rico y respetable (lo de respetable es más peligroso que lo de rico).

Con Cristo alejado de la vida pública no hay barreras: nadie quiere ser pequeño, todo el mundo quiere ser grande la izquierda y la derecha.

Cainitas y puritanos. Así no hay manera. Y encima, así no acabamos con la corrupción.   

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com