Con  Banderas de nuestros padres Clint Eastwood quiere narrar  uno de los episodios más emblemáticos de la Segunda Guerra Mundial: la toma de la isla de Iwo Jima. Este largometraje supone la primera parte de un interesante proyecto, un díptico,  con el  que este cineasta norteamericano aborda esos hechos históricos. En esta primera película contemplados desde el punto de vista norteamericano.  

Eastwood critica en esta primera película la propaganda bélica realizada por el Gobierno norteamericano. Así, los altos mandos militares utilizaron la figura de tres soldados que pusieron la segunda, que no la primera, bandera  en Iwo Jima para enaltecer la causa aliada y vender  bonos de guerra. De hecho, aunque en Banderas de nuestros padres vemos  más antihéroes que  héroes, a la postre, este largometraje supone un verdadero homenaje a todos esos  jóvenes que se jugaron la piel no tanto por patriotismo como por amistad. Esos soldados lucharon para defender su vida pero también la de aquellos que estaban con ellos que eran sus compañeros, sus amigos.

Banderas de nuestros padres intenta demostrar la tesis de que la sociedad crea héroes porque necesita tener modelos donde inspirarse y que, en ocasiones, cuando éstos no están a la altura deseada o no se comportan como tales se falsea la realidad

Como ocurría con Salvar al soldado Ryan, de Steven Spielberg, Eastwood no deja nada a la imaginación por lo que todo el metraje de la película está plagado de imágenes crudísimas que reflejan perfectamente la dureza auténtica de campo de batalla donde no hay hueco para la misericordia.

Al igual que sucede con otras películas de Eastwood detrás del magnífico guión de este drama bélico se encuentra Paul Haggis (el director de la oscarizada Crash) y detrás de la producción al anteriormente mencionado Steven Spielberg. Si la película les impacta, tienen una cita obligada  con  la segunda parte (la realizada desde el punto de vista japonés) que lleva por título Letters from Iwo Jima y que se estrenará dentro de unas semanas.

Este drama bélico, como casi todas las películas de Eastwood, es duro, muy emocionante, pero terriblemente amargo.