La CECA acusa a la AEB de haber pronosticado la salida de la crisis en el 2007

La patronal bancaria lo niega, pero acusa al presidente Quintás de modificar "su posición. Al fondo, late el deseo de los bancos de hacerse con las cajas y convertirlas en SA. El presidente de la AEB, Miguel Martín, lo niega, pero afirma estar disponible si somos llamados por el Gobierno o por las propias cajas.
El sector financiero está abiertamente enfrentado. El miércoles 17, el presidente de la CECA, Juan Ramón Quintás, sugería la voluntad de los bancos de absorber cajas de ahorros en un proceso encubierto de privatización. Además, acusaba a la AEB de haber errado en sus predicciones sobre la crisis al prever que saldríamos de la misma en el 2007, seguramente preocupados por la cotización de sus acciones.

Sin embargo, cuando se le pregunta directamente si existe esa voluntad de los bancos de engullir cajas, Quintás recula, afirma que le consta la actitud correcta de la AEB, y que, sobre el resto, prefiere no hacer un juicio de intenciones.

La cosa queda ahí. Pero cuando este jueves acude al mismo foro (seminario APIE en la Menéndez Pelayo de Santander) el presidente de la patronal bancaria AEB, Miguel Martín, muchas preguntas se centran en el enfrentamiento con el sector ahorro. Martín, otro caballero educado en colegio de pago, termina afirmando que no quiere confrontar con Quintás a través de los medios. Eso sí, le deja algunos recados. Por supuesto, niega que la AEB pronosticara la salida de la crisis en el 2007: El periodista no lo debió entender bien. Ya saben, la culpa, es del mensajero.

Además, Martín asegura mantener muy buena relación con Quintás, pero también afirma "no entenderle y que ha cambiado su posición en los últimos tiempos. Dardo envenenado. Y para las cajas, algunos mensajes. Primero: empiecen Uds. a tomar decisiones de fusión sin necesidad de que llegue el Gobierno a salvarles. Uds. son conscientes de sus problemas y tienen que solucionarlos solitos.

Segundo: la reestructuración pasa necesariamente por las fusiones. Quintás había defendido que había otras formas de reestructuración como el recorte de red o la focalización, esto es, centrarse en las actividades en las que uno es mejor. Martín lo tiene claro: la reestructuración no es posible sin una fusión.

Por último, Martín señala que no tiene voluntad de interferir en el proceso de reestructuración de las cajas, que se puede producir entre ellas. De esta manera niega la voluntad de los bancos de entrar en el proceso de reestructuración o de aprovechar la crisis para comprar cajas. Pero también advierte que ellos están disponibles en caso de que Gobierno o cajas les llamaran. Vamos que si hay que comprar, se sacrifica uno, pero que si no nos dejan, nosotros permanecemos a la mera expectativa. En definitiva, que absorberán cajas de ahorro con muchísimo gusto y a la menor oportunidad.

El rifi-rafe se completa con la sospecha de la patronal bancaria de que el Gobierno está cocinando todos los planes de rescate financiero en connivencia con la CECA. Si Quintás reconoce haber tenido una conversación sincera con Salgado, Martín brama porque el Gobierno no haya comunicado oficialmente sus planes de rescate a la AEB, aunque se hayan producido encuentros personales. Lo mismo ocurre con las subastas de liquidez. La AEB está convencida de que el proyecto se cocinó en la CECA. No hay más que ver el listado de entidades beneficiarias. En otras palabras, lo que Martín está diciendo es que ningún banco necesita ayudas públicas mientras las cajas de ahorros sí.

La guerra está servida. Y lo peor de todo es que el Gobierno no parece comportarse como un buen árbitro. Ni ejerce autoridad, ni establece juego limpio ni se muestra imparcial. El peor de los escenarios posibles. Lo único que salva los cuchillos es el buen estilo de los presidentes de la AEB y CECA. Buen tono, pero divergencia patente.
Lo más curioso de todo es que las cajas de ahorros que se encuentran en dificultades no han caído en el hoyo ni por su tamaño -no necesitan fusiones- ni por su naturaleza jurídica -no necesitan convertirse en sociedades anónimas ni ser absorbidas por los bancos-. Se encuentran en dificultades, precisamente, por imitar a los bancos y entrar en negocios especulativos ajenos a su historia, a su naturaleza y a su preparación.