Mirada amable, simpática y algo irreal sobre tres generaciones de la familia del propio director.

Al igual que en su inolvidable Cinema Paradiso (1988), Tornatore vuelve la mirada nostálgica a su infancia en Sicilia, lo que le sirve para relatar la historia reciente de Italia. Pero, precisamente por esa cercanía emocional con los personajes retratados (fundamentalmente su padre), toda la narración aborda la mayoría de los hechos históricos con mucha complacencia y sin ningún tipo de acritud. Así, la adscripción y la actividad  de su progenitor en el Partido Comunista Italiano recuerda más  a las peripecias del  alcalde Peppone de las obras de Giovanni Guareschi (Don Camilo y secuelas) que a la realidad misma. Es por ello que, en este mosaico cercano a un cuento de ficción, no chirría demasiado  cierto histrionismo no exento de humor en el que colabora de forma importante la actriz española Angela Molina, que interpreta a la abuela materna de Tornatore.

Si ustedes buscan un fresco simpático de la Italia del pasado siglo XX no les desagradará Baaria, nombre que resulta de la pronunciación en siciliano de Bagheria, el pequeño municipio de Palermo donde se desarrolla la acción de esta tragicomedia.

Para: Los que les agrade el cine de Tornatore