José María Aznar (en la imagen) es un personaje único. No recuerdo -en toda la clase política española desde la muerte del 'anterior jefe del Estado'- a un político que suscite tanta animadversión.

Aznar es un chuleta, siempre aspirante al Premio Limón, que todavía considera que a España la salvó él solito y que a Mariano Rajoy le puso él en el cargo. Y eso no es cierto ni le otorga otra prerrogativa que la de su origen.

Pero tiene razón. En ambos casos. Sus ataques a PRISA, porque El País lleva más de una década manipulando cualquier información sobre Aznar y su familia, en el estilo Cebrián: datos ciertos pero sacados de contexto para llegar a una conclusión, o un titular, falsos. Es decir, la calumnia que más duele porque parte de una difamación.

Y también tiene razón cuando habla de la necesidad de bajar los impuestos, aunque no especifique cuáles. La ideología económica del PP, partido que se dice liberal, consiste en bajar los impuestos, no en subirlos. Es cierto que la herencia de Rajoy en 2012 fue peor que la de Aznar en el 96, pero es que Rajoy se ha dedicado a freírnos a impuestos y piensa seguir en ello. Es decir, que Rajoy no es un liberal sino un socialdemócrata.

Aznar tiene razón, su problema es que da un poquito de asco la chulería con la que lo manifiesta.

Por cierto, Aznar es un chuleta, pero un chuleta acomplejado. Por ejemplo, no cree en el aborto pero durante ocho años de mandato no se atrevió ni a modificar levemente el aborto e incluso implantó el aborto químico a lo bestia, con la autorización de la píldora abortiva y de la PDD, igualmente abortiva.

En su tramo final, inició la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio. Simplemente, no se atrevía a ser valiente en defensa del derecho a la vida porque la chulería y los complejos suelen ir unidos.

Eulogio López

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