Aunque la tendencia en Occidente es a suprimir impuestos (que no necesariamente implica una reducción de la presión fiscal), en España nos dedicamos a crear nuevas tasas. Tan nefasta moda fue inventada por Aznar, que alardeaba de reducir el IRPF (mínimamente) y a cambio cobraba tasas o impuestos finalistas por todo, además de aumentar los impuestos especiales.

Los socialistas adoptan la misma línea, entre otras cosas porque el PSOE depende de los nacionalistas para mantenerse en el poder, y las peticiones de comunidades autónomas ayuntamientos, especialmente las primeras, son interminables.

Lo cierto es que el vicepresidente económico, Pedro Solbes, no sabe de dónde sacar dinero para financiar a unos ayuntamientos que sobreviven a costa de las licencias de construcción, el camino más transitado por concejales corruptos. Y aún menos sabe cómo atajar el déficit autonómico, especialmente desde que los gobiernos regionales administran la Sanidad pública, verdadero pozo sin fondos.

Así que en Hacienda se les ha ocurrido que hay que proporcionar nuevas tasas a los Gobiernos autonómicos para que continúen sosteniendo al Gobierno y dejen de dar la lata. Al céntimo sanitario (hidrocarburos) se le podría unir ahora un recargo en los impuestos especiales sobre el tabaco y el alcohol, que siempre resulta muy popular. Naturalmente, a ningún Gobierno autónomo se le obliga a subir sus impuestos: pude hacerlo o no hacerlo. Ante todo libertad.

Eso sí, la medida está en estudio. Nada más.