En su última novela, El séptimo velo, el escritor Juan Manuel de Prada advierte de los peligros que conlleva, en algunas ocasiones, recobrar la memoria. Pues bien, Aritmética emocional da vueltas alrededor de esta idea puesto que el tema central de la novela de Matt Cohen, en la que está basada la película, plantea una pregunta: ¿Deben las víctimas de una gran tragedia olvidar para seguir viviendo o el olvido conlleva traicionar a sus compañeros de sufrimiento?

A mediados de los años 40,  Melanie Lansing, una adolescente judía estadounidense, es  enviada a Drancy, un  campo de trabajo a las afueras de París, estación de paso hacia Auschwitz. Allí entabla amistad con Jakob Bronski, un joven disidente encarcelado, y con otro huérfano como ella: Christopher. Un poco antes del final de la guerra Bronski convence a los soldados nazis  de ocupar el lugar de estos dos niños en el tren que debe llevarles al campo de exterminio. Cuarenta años más tarde, Melanie descubre que Jakob sobrevivió a Auschwitz y a 35 años de prisión en un Gulag. Deseosa de agradecerle su sacrificio le invita a su casa en Canadá, pero Jakob acude a su llamada acompañado de Christopher.

Barzman ha contado este drama (más de reencuentro que de redención) utilizando flashbacks para recrear los hechos ocurridos en Drancy. Pero lo más relevante de esta película, que da una vuelta de tuerca al holocausto, es constatar las secuelas emocionales que deja en un ser humano una experiencia tan traumática. Así, en esta reunión de antiguos amigos Melanie deja claro la precaria salud mental que ha presidido su vida al igual que vemos la escasa sociabilidad de Christopher o la fragilidad de Jakob tras haber vivido encarcelado toda su existencia victima de nazis y comunistas.

El comportamiento de los personajes de este drama coral  está lleno de desequilibrios, algunos injustificados,  sólo comprensibles (siendo muy magnánimos) por los dolorosos hechos que sufrieron. No obstante, y a pesar de ello,  no acaba de estar bien resuelto el caritativo personaje de Jakob que ha sobrevivido a todo tipo de calamidades a pesar de no encontrar sentido a su vida. Todo lo contrario a las reflexiones realizadas por el famoso psicoanalista Victor Frankl tras su paso por Auschwitz y Dachau.

Un último dato para los que les guste la Historia: Por el campo de Drancy pasaron alrededor de 70.000 personas, 11.000 de ellas eran niños. No hace falta que les aclare que la mayoría de ellos no sobrevivieron.

Para: Los que les gusten los dramas intensos aunque no estén perfectamente resueltos