La Argentina se ha convertido en un magnífico ejemplo de cómo funciona el Sistema Financiero Internacional. Dicen los despachos de agencia que el crédito político de Néstor Kirchner ha aumentado en medio mundo al levantar el famoso default de su país (suspensión de pagos por parte de un Gobierno, que algunos finolis prefieren llamar cesación de pagos). Y así es, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), consideran que un 75% de los acreedores (es decir, de los titulares de deuda argentina) están dispuestos a aceptar las condiciones draconianas impuestas por la Casa Rosada (aproximadamente pagar un 25% de lo que se adeuda).

La historia es sencilla: en diciembre de 2001, la Argentina dejó de pagar su deuda pública, lo que suponía 81.800 millones de dólares. Eso significaba que los bancos de inversión mundiales, y sobre todo los fondos de inversión y de pensiones, verdaderos mandamases del sistema financiero, no volverían a comprar títulos de deuda argentino. Y hoy en día, para cualquier Gobierno, si no te compran tu deuda no puedes pagar ni los servicios básicos que reclaman los ciudadanos: estás hundido. O algo peor: te compran tu deuda pero esos mismos bancos y fondos te exigen que ofrezcas intereses abusivos, lo mismito que el viejo usurero hacía con todo prestatario que caía en sus manos.

Ahora, bien, y aquí viene el truco: Kirchner ha logrado vencer a ese sistema financiero (más bien, ha pactado con él, y en contra de la generalidad), a través de un cálculo que se ha demostrado cierto: que los titulares de deuda argentina no son particulares argentinos o italianos, sino los gestores de fondos de alto riesgo (más próximos a los fondos de inversión y de pensiones de lo que nos podemos imaginar). Es decir, instituciones que han comprado a los particulares (a través de otros fondos) deuda argentina con una quita que suele rondar el 85%. Así, esos fondos de alto riesgo (es decir, de muy poco riesgo) están dispuestos a que Kirchner les pague al 20% lo que han comprado al 15%. De esta forma, gana el Sistema Financiero Internacional en su versión bonos-basura, gana Kirchner, cuyo crédito político crece desmesuradamente ante las próximas lecciones y pierde el pueblo, esto es, los particulares, sean argentinos o italianos, principales tenedores de esos títulos.

Lo bueno del actual sistema financiero es que ese pueblo perdedor no se entera de lo que se hace con su dinero. Probablemente, sólo sabrá que su fondo de inversión le envió en su día un recibo (sin renunciar a su correspondiente comisión, naturalmente) en el que, tras advertirle lo mal que marcha la Bolsa en el presente momento, no sólo no le puede remunerar sino que incluso ha visto cómo se reducía su capital. En el caso argentino, esto se unía al atentado del corralito y al asalto a mano armada de la ruptura en la pesificación.

Por lo tanto, Kirchner elevará su estatura política internacional (y nacional, que las legislativas están a la vuelta de la esquina), pero sólo a costa de los millares de infelices (el llamado pequeño accionista o pequeño bonista) al que dos espabilados han limpiado: El Sistema Financiero Internacional (donde el FMI es tan sólo un elemento, y precisamente el más humanitario de todos) y su presidente, Néstor Kirchner.

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