El ministro de Economía argentino, Roberto Lavagna, es quien ha proporcionado las cifras definitivas: los bonos argentinos afectados por la suspensión se elevaban a 81.800 millones de dólares. De ellos, han aceptado el canje, con una quita aproximada del 70% (sí, 70%), el 76% de los acreedores, unos 62.200 millones. En otras palabras, el Estado argentino se ha ahorrado, o ha dejado sin pagar, 43.450 millones de dólares, algo que los particulares no podemos permitirnos.

Ojo, y sólo un 24% de los acreedores se han negado a pagar. Especialmente bancos italianos, con el consabido enfado de Silvio Berlusconi y el del director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, que se supone es el garante último del pago de deudas.

Por el contrario, The Washington Post, arquetipo de la modernidad y el pensamiento único dominante tras la caída del Muro (progresista pero capitalista o capitalita pero progresista), ha sorprendido con su aplauso a la resolución de la crisis argentina. Ojo al dato : Si los inversores hubieran tratado a Argentina con más mesura en los noventa, el país habría tomado menos prestado y su consiguiente colapso habría sido menos doloroso para la gente inocente. Hasta ahí la cosa va bien, aunque se olvida de que los Estados que se endeudan a altos tipos lo hacen porque los especuladores internacionales (fondos de inversión y de pensiones, y bancos nobilísimos, y tanto unos como otros actuando en nombre de terceros, es decir, con el dinero de particulares) no comprarían bonos de países pobres si no ofrecen una alta rentabilidad, es decir, sin estrangular más a esos países pobres.

Pero a continuación viene lo mejor del Post, puro pensamiento único dominante: The Washington Post considera que si los inversionistas aprenden la lección y los países se abstienen de declarar suspensión de pagos sobre sus deudas, la reestructuración de la deuda argentina debería resultar saludable para el Sistema Financiero Internacional. En efecto, esto es lo que preocupa a todo un representante mediático de la plutocracia progresista internacional (no se asusten por el palabro, plutocracia es el Gobierno de los ricos, que es precisamente lo que ocurre hoy en los mercados financieros y, por tanto, para nuestra desgracia, en el planeta Tierra), que el sistema financiero, absolutamente especulativo, parásito de la economía, y especialmente de las economías pobres, continúe funcionando.

Porque claro, ¿qué es lo que ha ocurrido en la Argentina? ¿Son acaso tontos esos fondos y esos bancos para aceptar que les paguen el 30% de lo que realmente les deben? No, no son tontos, lo que ocurre es que estamos hablando de instituciones de inversión colectivas, entre ellos muchos fondos de alto riesgo, que compraron los bonos argentinos a sus tenedores, que ya desesperaban de recuperar ni un solo peso, al 15% de su valor. En definitiva, que todavía han ganado otro 15%.

Este es el recorrido habitual: intermediarios financieros, entre ellos bancos y cajas de ahorros de todo prestigio, compran bonos con el dinero de ahorradores particulares. Se pillan los dedos, y el ahorrador pierde su dinero. Para salvar los trastos, los transfieren a fondos basuras, también llamados fondos de alto riego, que están proliferando como los hongos en todo Occidente, y que son como buitres carroñeros. Luego esos fondos, ahora propietarios de la deuda argentina, negocian vía FMI con la Casa Rosada. Kirchner, consciente de la situación, lanza el órdago y ofrece un 16% (fue su primera oferta), y finalmente se planta en el 30%. Sabe que los especuladores no son los tenedores iniciales (los verdaderos perdedores en esta estafa financiera muy legal) y que acabarán por ceder, como en verdad han hecho. Total: Gana Kirchner, un aprendiz de dictador, pierde el pueblo (particulares argentinos, principalmente, y de otros países) y ganan los especuladores del Sistema Financiero Internacional. Esto es lo que The Washington Post aplaude, quizás porque han ganado los suyos: los especuladores. Eso sí, especuladores progresistas. El Post es uno de los grandes defensores del imperialismo demográfico, uno de los que aconsejan financiar el aborto, la anticoncepción y la esterilización en el Tercer Mundo. 

Así funciona la plutocracia moderna, progresista y, sobre todo, financiera. La economía real es otra cosa.

Eulogio López