Lo que está ocurriendo en España, paraíso del aborto, recuerda el viejo chiste navarro. Aquel cura que predicaba en Tudela animando a su feligresía a mejorar la práctica del segundo mandamiento. En el clímax retórico, visiblemente alarmado, el sacerdote se quejaba de las faltas de respeto al nombre de Dios: Somos el segundo pueblo que más blasfema de toda la Ribera. En ese momento, se levanta un talentoso miembro de su grey, que para galvanizar a las masa: ¡Rediez, hemos de ser los primeros!.

Con el homicidio del aborto ocurre algo similar: hemos pasado de la despenalización del aborto a la promoción. Ahora el aborto ya no es un mal menor, sino un bien necesario.

Por eso, el Gobierno aragonés de Marcelino Iglesias y el PSOE aragonés del alcalde zaragozano, Juan Alberto Belloch, han puesto en marcha un proyecto legal para que las niñas menores de edad (18 años) puedan abortar sin permiso de sus padres. Todavía recuerdo el escándalo montado por el lobby abortista, el imperio de la muerte, con la niña nicaragüense que se quedó embarazada con 9 años, y a la que utilizaron como medio propagandístico para introducir el aborto en Hispanoamérica. Pues bien, aquellos polvos trajeron estos lodos. Ahora, al igual que hace el popular Alberto Ruiz Gallardón, que reparte píldoras postcoitales, es decir, abortivas, entre los menores de Madrid en los centros municipales, el Gobierno aragonés pretende elevar el homicidio al rango de ley, lo que le otorgará mayor credibilidad y prestigio. En este sentido, la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA) ha recordado que el aborto en estos casos es ilegal.

Con esa exquisita objetividad que la prensa progresista emplea cundo se trata de atentados contra el derecho humano básico, el derecho ala vida, El Periódico de Aragón lo explica así.