Un monárquico convencido, que también ha jugado su papel en el camino de Felipe VI hacia el Trono, me dice que no acudirá a los fastos de proclamación de Felipe VI (en la imagen) como nuevo rey España.

Asegura que no es buen augurio que la coronación aconfesional se haga en el Día del Corpus Christi. Y de paso, aún considera peor que se haya evitado cualquier manifestación o ceremonia cristiana en el recambio. 

Yo tampoco acudiré a lanzar vítores a Felipe VI, y conste que con unos republicanos rabiosamente anticlericales, que lo que pretenden es un nuevo enfrentamiento civil -y me temo que lo están consiguiendo-, creo que sería el momento de salir a la calle. Sucede que tampoco yo puedo aplaudir a un rey que más que aconfesional pretende comenzar su reinado como un agnóstico cualquiera, y ya se sabe que el significado primero de diagnóstico es 'ignorante'. Recuerde Alteza: a quien me negare delante de los hombres yo también le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.

Lo de la izquierda rabiosamente anticlerical no es exageración alguna. Pérez Rubalcaba prestará su último apoyo a la Corona con su apoyo parlamentario a la proclamación, ciertamente. Y el PSOE ha tragado, pero a lo peor no hubiese tragado con un rey católico para un pueblo que sigue siendo, al menos de nombre y posición, mayoritariamente católico. Otra cosa es que no lo sean sus políticos.

Dicen los socialistas que ellos son republicanos pero juancarlistas. Pues bien, yo tengo que decir que no soy juancarlista sino monárquico, y mucho menos puedo ser felipista pero seguiré siendo monárquico. Insisto, una institución con 1.300 años de historia no se debe arramblar por el hecho de que no nos ha salido otra Isabel II u otro Felipe II.

Hablando de ceremonia religiosa, se entiende. Por cierto, espléndido artículo el de Ramón Pérez-Maura, en el diario ABC del pasado sábado 14. Esta apresurada supresión de cualquier acto cristiano en la coronación del Nuevo Rey le hace exclamar al analista de ABC: "Se aduce a la laicidad del Estado. Y entonces, ¿le van a cortar a la Corona que estará ante el Rey cuando jure la Cruz con la que está rematada".

Y aún más importante. "No hace falta ser católico ni creyente para compartir que en la monarquía española la Misa de la proclamación reivindica sus orígenes". 

Majestad: quien me negare ante los hombres yo también le negaré ante mi Padre, que está en los cielos
Por otra parte, no sé si me preocupa más la progresía del nuevo Rey o la macedonia mental que adorna a la futura reina consorte. Sus declaraciones, recogidas por La Razón "Hay que ser menos cortesanos y más urbanos" revela toda su profundidad intelectual. De ellos debemos deducir que no le gusta la Corte pero no renuncia a ser cabeza de la misma, ergo no se debe vivir tan mal. 

De lo segundo, esto es, más urbanos, entiendo que a doña Letizia no le gusta el campo. O quizás se refiera a la otra acepción del término ciudadanos, nacido de la Revolución Francesa, la inventora de ese instrumento tan monárquico llamado guillotina. O, quién sabe, se refiera a la acepción monopolizada por los 'ciudadanos' de la II república española, cuyo saludo favorito era el de "salud y república".

Y lo preocupante es que las declaraciones atribuidas a la próxima reina de España por el diario La Razón iban acompañadas de otras en las que se nos informaba de que Felipe VI y doña Letizia forman un "equipo". Dos por el precio de uno, que diría Bill Clinton a cuenta de Hillary. Sólo que Bill no era el Rey de los Estados Unidos (aunque para mí que le hubiera gustado mucho). El Rey de España será Felipe VI y la Reina consorte, aún con título majestad, será doña Letizia, pero no hay 'equipo' en la jefatura de Estado, porque el Jefe del Estado es uno, no dos. Doña Sofía tampoco ha sido nunca jefa de estado.

En algo tiene razón la progresía republicana de IU, los cabreados de Podemos o los nacionalistas vascos y catalanes, gallegos y canarios, así como el resto de elementos que postulan la III República: con reyes como estos puede haber muchos monárquicos que sospechen que, a lo mejor, no vendría mal un buen presidente.

No pasa nada, Felipe VI todavía está a tiempo de corregir el rumbo. Respecto a doña Letizia, no necesita cambiar rumbo alguno. Simplemente debe salir de la cabina de mando: no pinta nada allí. Sólo es una reina consorte.

Y luego está lo de Luis María Anson, que algo entiende de monarquías: en el siglo XXI los reyes se justifican por el servicio que prestan al pueblo. Eso es lo que se le exige al rey, no que sea partidario de las megaurbes o de la bucólica vida rural.

Yo alado. Eso y que sea fiel a la historia que representa, sea concilia, o no, esa historia milenaria con los tópicos al uso. En plata: que don Felipe debe elegir entre tradición y moda. Con la tradición se puede ser más popular pero se reina más y mejor. Las modas son pasajeras y lo que le exija hoy la moda vigente puede negárselo mañana. ¿Comprende, don Felipe ¿Comprende doña Letizia No vaya a ser que tanta obsesión con la modernidad termine por hacer de la monarquía española una monarquía moderna, es decir, fugaz.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com