La policía ha detenido a dos chilenos como presuntos responsables de la colocación de una bomba en la Basílica del Pilar de Zaragoza.

A los antisistema les llamamos anarquistas porque algún nombre tenemos que darle. Pero sí tiene algo en común con el viejo anarquismo: su odio a Cristo, su cristofobia. Vamos, que no creo yo que a la sociedad sin clases se llegue colocando artefactos explosivos en santuarios.

El ministro del Interior, Jorge Fernández (en la imagen), ha relatado los hechos con dos precisiones a cual más interesante. La primera: que esos grupos violentos, "por un error procesal", salieron libres en Chile. Al parecer, las leyes y los tribunales de Occidente no están preparados para perseguir este tipo de delitos, cuyo origen, insisto, es el odio a la fe, mucho más que al capitalismo o a la derecha política.

Lo segundo, es el carácter internacional de este nuevo terrorismo antisistema, más bien ácrata, más bien nihilista. Que unos chilenos dispongan del operativo para activar una bomba en Zaragoza da que pensar. Ya no hablamos de perroflautas o de rastafaris, hablamos de terrorismo, y de una multinacional del terror que hasta ahora habíamos creído mera algarada callejera. A fin de cuentas, sorprende que los detenidos hayan sido cinco. Porque unos antisistema españoles capaces de traerse a dos terroristas chilenos acusados de perpetrar una treintena de atentados en Chile contra instituciones católicas, se parece más a un grupo terrorista con conexiones internacionales que a un mariachi de gamberros.

Y la conclusión es más dura que las premisas.



La conclusión es que a muchos de los poderes dominantes, por ejemplo a todos los partidos que forman el arco parlamentario, les importa un pepino que alguien ponga una bomba en el santuario mariano de El Pilar. Algunos, yo diría que se alegran.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com