No entiendo mucho de estructuras clericales y siempre que hablo de derecho canónico meto la pata, pero me ha llamado la atención lo que comentaban en ciertos círculos clericales de Guipúzcoa, la diócesis vasca con cátedra pendiente, porque monseñor Uriarte se jubila.

La frase-idea era ésta: Mejor uno del Opus que el Munilla. Esto es, José Ignacio Munilla, actual obispo de Palencia.

Es sabido que cuando se reúnen varios curas ninguno se quiere ir el primero para no ser laminado y despellejado por los demás. Y si de los principios pasamos a los hechos, puede recordarle lo ocurrido durante una reunión de canónigos madrileños, donde se estaba haciendo una severa crítica de los obispos capitalinos, hasta que uno de los presentes cortó la andanada con estas inteligentes palabras:

-Oye, y ya que nos hemos puesto a pecar, ¿por qué no hablamos de mujeres?

Tenía toda la razón: catalogar señoras es mucho más divertido que despellejar obispos.

Y todo ello nos lleva la idea definitiva de Chesterton quien, siendo un joven agnóstico entró por curiosidad en un templo católico de la City, donde en ese momento, un mosén lanza su plática a los feligreses. Al salir, el insigne periodista se hizo esta reflexión: Esta religión tiene que ser la verdadera, porque si ha sobrevivido cerca de 2.000 años a la caída de todas las culturas y civilizaciones, con unos ministros que dicen las tonterías que le acabo de escuchar a éste, no cabe duda de que es Dios quien la sostiene.

Digo todo esto para que no se fíen ustedes del asunto pero el caso es que es lo que -me comentan- aseguran en el Euskadi profundo de la profunda Guipúzcoa, capital Donosti. Que para sustituir a Uriarte, prefieren a uno del Opus antes que al titular de Palencia, José Ignacio Munilla.

Al parecer, a la clerecía euskalduna le preocupa, más que la ortodoxia de Munilla y su ansia evangelizadora -después de todo, eso tampoco suena extraño en algunos curas- el hecho de que Munilla habla vasco y sería muy capaz de ser bien acogido por el pueblo y hasta catequizarles en euskera con la misma fidelidad a la doctrina que si empleara el inglés. Y claro, eso no puede ser. Para eso,  me quedo con lo de Opus.

Todo esto me recuerda aquello que comentaba el apreciado Chesterton: Hay anglicanos, tanto anglo católicos como latitudinarios, cuyo principal objetivo es la salvación de la Iglesia de Inglaterra. Algunos creen que puede alcanzarse este objetivo llamándola católica, o volviéndola católica o imaginándose que es católica pero, en todo caso, eso es lo que quieren salvar.

Lo que quería decir don Gilbert es que el problema para conjugar catolicismo y nacionalismo no es que a la Iglesia no le guste le nacionalismo sino que católico significa universal. Hay un momento en que el hombre debe decidir entre su credo y su nación, o su patria, que aquí los empleo como sinónimos aunque no lo sean. No es que no se pueda ser cristiano y patriota; puede salvaguardar ambas condiciones siempre que el amor a Cristo vaya por delante al amor a la patria. Como le dijo en su día María Cuervo-Arango, de la CTC: Mire usted, nosotros creemos en el Dios, Patria, Fueros, Rey, pero por ese orden.

El problema del nacionalismo comienza cuando la Iglesia se convierte en medio y la patria en fin. Es una cuestión de prioridades, porque Cristo es un Dios celoso.

Recientemente, Jordi Pujol se destapaba con una crítica a Juan Pablo II, al que vio muy frío en Montserrat. Precisamente el Papa Wojtyla, fidelísimo de María, el del Totus tuus. Pujol, por lo demás, uno de los grandes políticos de la Transición, era incapaz de comprender que Juan Pablo II amaba a la Virgen María, no a la advocación de la Virgen de Montserrat ni a ninguna otra imagen, sino a la verdadera, de la misma forma que no se ama el retrato de la amada sino la amada misma.

El problema religioso del nacionalismo es éste: que ni Euskadi, ni Cataluña, ni España, ni Europa pueden ser más importantes que la Iglesia, que el Cuerpo Místico. Para quien la patria esté por encima, o al mismo nivel, de Cristo, puede llamarse patriota, pero no cristiano. Por lo demás, todo está en orden.

De otra forma, corremos el riesgo de que lo que Chesterton denunciaba hace un siglo nos ha llevado a la situación actual de la Iglesia de Inglaterra, donde es sabido que reina el pluralismo: la mitad de los clérigos cree en Dios y la otra mitad en las rentas de la Church of England Limited. Prefiero obviar el reparto de porcentajes en la Iglesia vasca.

Las Iglesias nacionales son, como digo, una cuestión de pluralismo; lo otro, el Cuerpo Místico de Cristo, es una cuestión de prioridades.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com