Sr. Director:
Se impone el cambio. Es el pronóstico de algunas encuestas que asignan más del 60 % a esta voluntad del electorado español.

 

No podría ser de otra manera, desde que los disparates y errores cometidos han sido mayúsculos. No obstante y a pesar de la decadencia, la población cree con optimismo que la economía podría resultar enmendada: el consabido empeño productivo del pueblo lograría superar las miserias a que resultó condenado por obra de la utopía internacionalismo progresista de mercado, complementado con una desventajosa economía global de cuño europeo. ¡Magnífico este estado de ánimo de los descendientes de mis ancestros!

Desde América, sufriendo similares circunstancias, sabemos por propia tradición que lo material es demasiado transitorio y finalmente siempre ajustable a las necesidades de un modo u otro. Lo verdaderamente grave es la desintegración cultural de las sociedades, habiendo sido siempre esta la permanente consigna de las pervertidas izquierdas hoy gobernantes. La moralidad (buenas costumbres que hicieron posible la existencia de un mundo hispano) es lo que seguramente costará mucho más restaurar.

Pretendiendo el rescate de esta vocación de unidad cultural, hago votos porque la sensatez de los españoles reoriente la política hacia el destino que vislumbraron nuestros antepasados. Al oeste del Atlántico nuestro idioma común facilita esta posibilidad, a pesar de los continuos cataclismos naturales y sociales que arrasan el planeta.

Claudio Valdez