Uno de los ejercicios de análisis y reflexión que suelo proponer a mis alumnos de la asignatura de Ética en Periodismo, una vez avanzado el curso y, por tanto, disponen ya de los elementos epistemológicos pertinentes, es que realicen una crítica del tratamiento informativo sobre un tema importante de actualidad. Esta vez, me pondré la tarea a mí mismo. La noticia de la pasada semana ha sido, sin duda, el escándalo de las clínicas abortistas.

Como ante todo hecho que sale a la luz pública, el tratamiento de los medios ha sido muy dispar. Una vez más, hemos asistido a una gran dosis de manipulación, mucha desinformación y algo –loado sea Dios– de verdadera información.

La manipulación ha estribado, en este caso como en otros, en la inversión radical de la realidad moral (relativismo como a priori absoluto y libertarismo hedonista como sustitución, que conduce a convertir un problema o un capricho, y el sesgo de una vida humana naciente, en un pretendido "derecho a la salud reproductiva y sexual de la mujer"); en el silenciamiento activo del derecho a la vida del ser inocente, al que ni siquiera se menciona; en la defensa de las clínicas abortistas como garantes de ese derecho inventado; en la denigración sistemática de cualquiera que ose defender la vida;  en el desvío de la atención hacia aspectos colaterales, etc., etc., realizados bajo una apariencia de información objetiva. Una vez más, los medios "progresistas" han cumplido bien su luciferina tarea. Como botón de muestra, valga leer el reportaje de El País de hoy, páginas 31 y 32.

La desinformación ha consistido, fundamentalmente, en la "trivialización" y en la "omisión de lo esencial", realizada por los grandes medios televisivos. En ellos, sigue siendo más importante la enésima separación de tal famoso, las primeras nevadas o el maltrato a los cocodrilos de un circo que cualquier atentado contra el ser humano.

Y la verdadera información, en dar a conocer lo realmente importante y en ir más allá de los hechos: en reflexionar y hacernos reflexionar sobre sus causas, gravedad, sentido, repercusiones y soluciones.

De la manipulación y de la desinformación, no me ha preocupado tanto comprobar, una vez más, la falsificación de la realidad que ejercen los medios laicistas, ni verificar de nuevo la insustancialidad y degradación informativa de las grandes cadenas, sino, sobre todo, de que algunos medios católicos no aprovechen su potencial informativo al servicio de la vida; que en otros, quizás por no verificar las fuentes, se cuelen datos falsos y no se rectifiquen; y que, en casi todos, se perciba una aceptación acrítica y desesperanzada del "mal menor", que incluso lleva a no plantearse la posibilidad de cambiar una ley radicalmente injusta.

Es muy triste, por ejemplo, que el "manipulómetro" de la edición de Alba de esta semana tenga que destacar la "escandalosa indiferencia de Losantos". En efecto, con los escasísimos medios de comunicación con sentido humanista cristiano con los que contamos en este país, es inadmisible que el locutor estrella de la COPE "haya pasado de puntillas sobre un debate absolutamente central para los católicos y muchos no católicos españoles".

No tiene la misma gravedad que en casi todos los medios se siga ocultando que fueron Alternativa Española y el Centro Jurídico Tomás Moro los primeros en litigarse contra los mataderos del Dr. Morín. Y que sólo bastantes meses más tarde se incorporara e-cristians. Pero no es honesto. Y es, cuando menos, extraño y algo preocupante.

Como es muy preocupante que la mayor parte de las informaciones, reportajes, fotografías, vídeos, etc., se centren exclusivamente en las barbaries del aborto ilegal y no planteen que, aunque el nuevo ser tenga tres horas, tres días o tres semanas, y el psiquiatra tenga el título en regla, y la operación se efectúe con asepsia desde el principio hasta el final,  y se incineren "piadosamente" los restos, todo aborto provocado es de una mayúscula gravedad moral.

Y, unido a esa "carencia informativa", está la ausencia de carácter propositivo ambicioso. Si bien La Gaceta se pregunta "¿Por qué no se ha hecho nada?" ante la barbarie ilegal, y que en estos días hemos recibido la noticia de que en el Estado de New Jersey se acaba de abolir la pena de muerte, ley que databa de 1976, nadie se cuestiona que lo que hay que hacer es luchar para suprimir una ley injusta e inmoral y sustituirla por una ley de protección a la vida. Y que en esta batalla nos jugamos no sólo el salvar millones de vidas futuras sino la propia pervivencia de nuestra civilización, ya que, como decía Juan Pablo II, "el derecho a la vida -desde el momento de la concepción hasta la muerte natural- es el fundamento de la democracia y de la paz".

Respecto a la verdadera información… Merece la pena felicitar, entre otros, a los valientes informadores de La Gaceta de los negocios, al director y a los editorialistas del ABC, a algunos de sus columnistas y, singularmente, a Juan Manuel de Prada, a todos los medios del Grupo Intereconomía… Sí, gracias a Dios, sigue existiendo periodismo verdadero y comprometido, aunque sean pequeñas voces luminosas que claman en el gran desierto oscuro y tenebroso.

Algunas de esas voces nos dan pistas para entender la gravedad del momento presente y la necesidad de dar esa batalla por la vida y por la paz, y, de camino, por nuestra propia supervivencia como civilización. Ya que, en palabras del filósofo Julián Marías de hace ya dos décadas: "Lo más grave que ha sucedido en el siglo XX es la aceptación social del aborto provocado". Y, junto a ello, y en el mismo sentido, añado yo, la legislación, la política y la realidad de la desnaturalización y desmembración de la familia. Si a eso se le suma también las actitudes totalitarias en educación y los gravísimos atentados contra la libertad religiosa y la justicia social, tenemos el horizonte completo de actuación prioritaria, en las que son deseables y posibles muchas sinergias. Porque la pregunta radical ahora, a la que todos, desde la posición y status que tengamos en la sociedad, debemos contestar sin dilación y con magnanimidad, es: ¿Qué puedo hacer yo?  

Gabriel Galdón

galdonlo@ceu.es