¿Se imaginan ustedes a un presidente español, Aznar o Zapatero, o al primer ministro de cualquier país europeo, de izquierdas o de derechas, comenzar una legislatura con una oración, o un discurso inaugural de un mandato presidencial, invocando el nombre de Dios? Un Dios, por cierto, que no es ni la madre tierra, ni el principio universal, ni el creador del universo pero sin relación con el hombre, ni el gran relojero, ni el orden cósmico, sino el personaje histórico que vivió en el siglo 1 y que es conocido como Jesús de Nazaret. ¿A que no se lo imaginan?

Pues bien, eso es lo que ha hecho George Bush, y eso es lo que no le perdona la progresía, pensamiento dominante en Europa. Por el mismo precio, el juramento final, institucional del cargo, que termina con la frase ritual Que Dios me ayude, se complementa con un Bush que no siente el menor rubor en comenzar el quincuagésimo quinto mandato presidencial estadounidense con una jornada de oración. Y esto es, precisamente, lo que diferencia a Europa de Estados Unidos. Les digo más, lo que no se le perdona a George Bush es que no tenga miedo a proclamar su fe cristiana, sin complejos, y, en segundo lugar (ligado o no a su fe, que eso lo dejo al parecer de cada cual), su defensa de la vida humana más indefensa: la del no nacido. Lo que divide a la humanidad no es la Guerra de Iraq, sino el aborto, porque el aborto es mucho más que el aborto. Quiero decir que se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la invasión de Iraq (personalmente, estoy en desacuerdo, por ser una guerra injusta y errónea), pero, una vez comenzada, no se puede negar el intento de George Bush de democratizar una dictadura en pleno Golfo Pérsico. Difícil tarea, y objetivo para el que se ha elegido el camino equivocado, pero objetivo que nadie puede dejar de aplaudir. Nadie en su sano juicio puede desear que Bush fracase en Iraq. Nadie, salvo aquellos para quienes el odio a un personaje defensor de la vida pesa más que el amor a la libertad.

Precisamente, George Bush ha comenzado su segundo mandato con ese mensaje: la libertad. En España, por poner un ejemplo, tanto el progresismo de izquierdas (El País) como el progresismo de derechas (El Mundo) se le han echado encima. La verdad es que lo único que el mandatario estadounidense ha dicho es algo que cualquier demócrata debería aplaudir con ganas: La política de Estados Unidos es buscar y apoyar el crecimiento de las instituciones y los movimientos democráticos en todas las naciones y culturas, con el objetivo final de acabar con la tiranía en el mundo. Estados Unidos tiene como misión principal, según Bush, llevar el Estado de Derecho allá donde no existe.

¿De verdad alguien puede criticar estos principios? Sólo Europa, una sociedad en decadencia acelerada. Hoy en día, la tesis de Robert Kagan, el autor de Poder y Debilidad, se impone de forma implacable a los dos lados del Atlántico : Europa hace dejación de su deber, pero cuando vienen mal dadas llama en su auxilio a los marines norteamericanos para que la defiendan. Se puede discrepar de los medios de Bush, pero no de sus fines. Los tiempos de la vergonzante política de no injerencia han terminado. La libertad, como el amor, o crece o disminuye, nunca se estabiliza. ¿Cómo vamos a discrepar de quien, bien o mal, intenta extender la libertad y los derechos humanos en el mundo? Habrá que decir que lo hace mal, pero mucho más grave es la actitud europea, que consiste en cruzarse de brazos.

La única nueva idea parida en Europa ha sido la de la Alianza de Civilizaciones, expuesta por ese pensador que es Rodríguez Zapatero. Pero, ¿qué civilización es la que Zapatero conduce hacia una alianza? Los islámicos creen en algo, noble o fanático, pero creen en algo; Zapatero, como buen europeo, sólo cree que no cree en nada. Norteamérica lucha por su fe, su civilización, su forma de vida. En definitiva, lucha por eso que llamamos cultura, y está dispuesta a ofrecer su sangre por ella. Por contra, Europa sólo lucha por no luchar en modo alguno, y su rabia la reserva para revolverse contra el Cristianismo. América tiene sangre en las venas, Europa sólo horchata. Si Europa llevara la batuta en el concierto internacional, hace tiempo que los islámicos habrían conquistado Occidente y nuestras mujeres vestirían chilabas. No me extraña que Bush no guste ni al progresismo de izquierdas ni al de derechas. No me extraña, lo que se dice, nada.

Eulogio López