Sr. Director:
Hace unos días, mientras descansaba en un parque madrileño, observé a una mamá joven que vigilaba los juegos de su pequeñín, mientras esperaba que su otro hijo saliera de clase.

En un momento de confusión, el niño se abrazó a su madre, buscando, en su regazo, su protección. Le dije a la madre que su niño crecería sintiéndose seguro porque la tenía tan cerca, y me respondió que había dejado el trabajo para atender directamente a sus hijos.  Me trajo el recuerdo de mi amiga  Lourdes Rivero, vallisoletana, madre de nueve niños y maestra, la portavoz, ahora, de la Asociación Cultura de la Vida. Respondía, Lourdes, a unas preguntas para una revista:

Hay un clima de desprestigio del trabajo de una madre de familia en su casa. Nos llaman "marujas". A mí me encanta mi carrera de Magisterio, que es vocacional al cien por cien. Disfruto dando clase y me encanta la idea de formar personas. No descarto la idea de trabajar en ello el día de mañana y procuro reciclarme, estar al día en la medida de mis posibilidades. Pero he renunciado por ahora al Magisterio y no sólo no me arrepiento sino que cada día soy más feliz con esta decisión.

¿Por qué no se valora el trabajo en casa? Porque no se gana un duro. Hoy, por desgracia, está extendida la idea de "tanto ganas, tanto vales". Y en casa, desde luego, de "duros", nada. Pero estoy en casa, en primer lugar, porque creo que los niños de 0 a 3 años necesitan imprescindiblemente de la compañía de mamá.

Es el tiempo de formar su personalidad, su seguridad, su afectividad. ¿No estamos dispuestos a dejarnos la hijuela por el mejor colegio? Pues para esa edad, esto que hago es mejor que Oxford o Harvard.

En segundo lugar, creo que así hago -lo intento al menos - hogar, para que cuando lleguen del colegio o (mi marido) del trabajo, tengan alguien que les quiere con locura, para escucharles, ayudarles, estar con ellos. Solamente escuchando se detectan muchos problemas, la influencia de las amistades, se está más "al loro" y hoy en día es muy importante. Hay que andar con "los pies de plomo".

Josefa Romo

josefarromo@gmail.com