Este verano no han pescado juntos. Y por tanto, Maragall no ha podido "pescar" del presidente del gobierno un compromiso para considerar a Cataluña una nación. Y es que ya se sabe que el roce hace el cariño y esas cosas. El caso es que la situación actual es de alta tensión. Maragall ha puesto todo su caudal político en la reforma estatutaria. Una reforma que por cierto interesa poco al catalán medio.

El reloj corre. Y si fracasa, Maragall pasará a la historia como fracasado. No tiene edad para una segunda oportunidad. Y lo tiene difícil: contentar a ERC y al PSOE al mismo tiempo no es tarea fácil. En la cuestión política, la fórmula ideada ha sido la de mencionar los derechos históricos que tanto importan a los republicanos, sin exigir su aplicación y sin ejecución efectiva. Curiosamente ha colado para ERC, pero no para CiU que tiene la llave de la aprobación del Estatut en Cataluña.

En paralelo está la cuestión económica. Maragall pretende negociar una fórmula de reparto de financiación del déficit sanitario que pondere el incremento poblacional. Puede que también cuele en Madrid, aunque los barones saldrían perjudicados y las comunidades peperas beneficiadas de rondón en aplicación del principio de "café con leche para todos".

Y por si fuera poco, desde el gobierno se plantean algunos frenos. El PSOE no quiere tener que rechazar en el Congreso un texto de su filial catalana. Así que desde Madrid se van dando pautas de comportamiento. "Cuidadín con las posiciones maximalistas que pretenden sobrepasar el marco de la Constitución", advierte Blanco. Por su parte, los "sabios" de Administraciones Públicas advierten también que el incremento competencial propuesto por el Estatut es "masivo, injustificado y claramente contrario a la Constitución".