El presidente venezolano, Hugo Chávez, se ha ido hasta La Habana para retransmitir desde la capital cubana su tradicional programa televisivo "Aló presidente" desde el que adoctrina y manipula a la sociedad venezolana. Lo ha hecho en un bis a bis con el dictador cubano, Fidel Castro, que además de hospitalidad le ha brindado su apoyo en esa integración regional alternativa al ALCA que patrocina Estados Unidos.

No es más que un gesto que apuntala las relaciones del eje de la izquierda radical hispanoamericana. Cuba ya ha desplazado a Venezuela miles de médicos. Venezuela ofrece a cambio apoyo energético a la maltrecha economía cubana. Lo que cabría preguntarse es lo que opinará el ministro de Defensa español, José Bono, que ha mantenido un estrecho nivel de relación con el régimen bolivariano. Conviene recordar que la dictadura castrista viola sistemáticamente los derechos humanos tal y como denuncia año tras año Naciones Unidas. España incluso da cobijo a homosexuales cubanos perseguidos por el régimen castrista.

Por cierto, todavía no se sabe nada de las promesas chavistas de que serían los astilleros españoles los que fabricarían y repararían los petroleros venezolanos. La promesa verbal ha quedado -de momento- en saco roto. Una apuesta demasiado arriesgada y sobre todo, muy caribeña, en el peor sentido del término.