Dijo que no lo iba a presentar, pero, al final, el cineasta Pedro Almodóvar ha roto su luto por las víctimas del terrorismo y ha decidido presentar su nueva cinta, "La Buena Educación", que no deja de ser una sutilísima ironía desde el principio hasta el final. Con el corazón roto, Almodóvar se vio obligado a realizar tan penoso deber propagandístico y, de paso, acusó al Partido Popular de intentar dar un golpe de Estado. Y se quedó tan ancho. Es más, consideró que con el triunfo en las urnas de Zapatero había vuelto la democracia a España, se supone que tras ocho años de férrea dictadura.

Todo español debería contemplar una presentación de Almodóvar. Es un espectáculo que tiene su coste emocional, pero muy instructivo. En primer lugar, Almodóvar se hace rodear de una 'clá' que le vitorea y aplaude con entusiasmo y que, de paso, introduce el miedo escénico ante cualquier crítico cinematográfico o periodista que se atreva a llevarle la contraria al líder. O sea, todo muy democrático. Porque, naturalmente, como alguien ose interponer el más mínimo pero, nuestro tarro de las esencias cinematográficas se revolverá con toda esa mala uva que le caracteriza (y que, seguramente, es producto de la mala educación recibida en un colegio de frailes).

La puesta en escena de Almodóvar, uno de los cineastas más mimados por el Gobierno saliente, coincide con las elegantes declaraciones de otros miembros del "mundo de la cultura", que más bien habría que calificar como farándula babosilla. La rabia que el mariachi de directores, actores y actrices han vertido contra miembros del Gobierno durante las últimas 48 horas, merece ser recordado. Vicente Aranda, uno de los más subvencionados por el Gobierno Aznar y jaleado por la televisión pública aznarista, afirmaba su regocijo ante el triunfo socialista dado que "si no hubiese ganado el PSOE, nos hubiéramos tenido que exiliar". Juan Luis Galiardo tuvo un análisis político mucho más fino: consideró que la ministra de Cultura (la del grifo de subvenciones, si ustedes me entienden), Pilar del Castillo, es "demoníaca y patética" y que iba "a aniquilarlos", lo que rebela la fina sensibilidad del mundo artístico, del mundo de la cultura... o así. 

Y lo de Aranda y Galiardo son datos ciertísimos: brigadas del PP, capitaneadas por Alejandro Agag, recorrían las calles del barrio de Salamanca y las urbanizaciones de lujo del extrarradio madrileño, es decir, las residencias de la farándula progresista (o sea, Vicente Aranda y compañía), armados de palos, garrotes y algún que otro ametrallador, dispuestos a "aniquilar" a los rojos. El chalet de Ana Belén y Víctor Manuel, en una urbanización de lujo madrileña de cuyo nombre no quiero acordarme (por razones de seguridad, se entiende, que, con el PP, los fascistas tienen acceso a los registros), tuvo que ser vigilado por juventudes de la UGT y CCOO, extras de una película de Aranda sobre la Guerra Civil. Y a todo esto, ¿cómo reacciona el nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero? Con impecable corrección democrática. Esta mañana, Zapatero ha comentado las palabras del nunca bien loado Almodóvar para expresar su extrañeza ante el rumor de que el PP preparara un golpe de Estado. Al parecer, Zapatero, en un alarde de tolerancia, está dispuesto a admitir que Aznar no haría tal cosa, en una democracia. Todo un detallazo. Y esto es lo más grave, que el nuevo presidente del Gobierno sea un rehén de Almodóvar y demás ralea progre. Si no lo fuera, simplemente habría afeado al ilustre cineasta su espléndida necedad.

La única solución que se me ocurre es el firme compromiso de no ver una sola película española filmada después de 1970, y refugiarnos en el cine americano, unos tipos cuyas licenciaturas de historia se regalan en las tapas de yogur pero, qué quieren que les diga, de cine, saben un rato. La farándula babosilla no tiene nada que temer: Zapatero aún será más generoso con ellos. A fin de cuentas, Zapatero es un gran progresista, es decir, que es un señor convencido de que con el dinero de los demás se pueden ganar muchas voluntades y fomentar muchos diálogos, siempre desde la profundad humildad del poder, 'of course'. A mí sólo me fastidia que ese dinero de los demás con los que financiamos el chalet de Ana Belén es, sin ir más lejos, el mío. Pero, ¿qué quieren? No es posible hacer una tortilla sin romper los huevos. No es posible filmar "La Buena Educación" sin que don Pedro me meta la mano en el bolsillo por conducto interpuesto. Pero lo comprendo: el mundo de la cultura exige muchos sacrificios.

Además, Almodóvar y Zapatero han devuelto, de consuno, la democracia a España. Y no hay dinero que pueda pagar esa deuda. Por cierto, que lo bueno que tiene el director manchego es que se le entiende todo. Así, otra de sus perlas consistió en afirmar que "la victoria nos ha costado 200 muertos". La frase es terrible, pero incide en una gran verdad que ya hemos expresado reiteradamente: ha sido Ben Laden quien ha convertido en presidente del Gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero. Y mucho nos tememos que el próximo Gobierno se pase cuatro años intentando librarse de tan espantoso síndrome.

Eulogio López