Con la humildad que le caracteriza, Baltasar Garzón está dispuesto a poner boca arriba la administración de justicia, la división de poderes y la libertad frente a la impunidad.

Todo vale, mientras el pariente de Trinidad Jiménez, el señor Villarejo, recupera la terminología del frente popular: los magistrados del Supremo son unos fascistas que se dedican a torturar al pueblo.

El juez Fernando Ferrín fue suspendido cautelarmente de sus funciones por el Consejo General del Poder judicial. El fondo del sumario ya lo conocen: Ferrín juzgaba un caso sobre dos lesbianas y su idoneidad para educar a una menor como mamá y mamá. ¿Podía permitirse? No, Ferrín fue suspendido de funciones y ni tan siquiera se le ha permitido realizar alegaciones previas. El pasado 24 de marzo, el CGPJ hacía caso omiso de su recurso. Frente a ello, a Garzón se le organizan homenajes en universidades públicas, sin que el ministro de Educación mueva un dedo, y en un ambiente muy parecido al de la quema de iglesias durante la II República y el asesinato de cristianos por odio a la fe.

Zapatero, con su ley de memoria histórica, con su odio al Cristianismo, con su desmoralización del país ha creado un ambiente de guerra civil fría. No nos matamos porque nos hemos aburguesado mucho y ya no vamos en alpargatas sino con zapatos de marca.  

En cualquier caso, ¿alguno de los aquí presentes quisiera ser juzgado por Baltasar Garzón? Porque estamos llegando a un estado de la justicia en el que te pueden caer 30 años por exceso de velocidad o por fumar en un espacio cerrado, crímenes fascistas de hondo calado.