Ocurrió semanas atrás, durante una cena de matrimonios talluditos. Quizás por el efecto de ese glorioso invento hispano llamado vino, ya en la sobremesa, una de las esposas se puso cálida y le preguntó a su contrario toda una originalidad:

 

-Cariño, ¿me quieres?

 

A lo que el aludido respondió:

 

-Sí, pero no me lo recuerdes.

 

El ínclito quería decir que, precisamente porque su amor permanecía, e incluso crecía (el amor nunca se estanca: o crece o mengua), eso le exigía el sacrifico de la entrega, del compromiso y el servicio permanentes. Le amaba, sí, pero no le gustaba recordar lo mucho que le costaba ese amor.

 

Me he acordado de ello tras oír, por cuarta vez, a Fernández de la Vega insistir sobre la violencia de género, esa lacra social que nos asola. Leo que el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, un entusiasta dispuesto a terminar con la susodicha "lacra", está dispuesto a financiar poco menos que un escolta para cada mujer que se sienta maltratada por su pareja (sí, hay hombres maltratados por sus parejas, también asesinados, pero de esos no se habla y en paz). Teleasistencia, jueces, prohibición de ver a los hijos… nada es suficiente para solucionar el principal problema de España: la violencia de género. Al Gobierno Zapatero, a feminista no le gana nadie.

 

No voy a hablar aquí de las causas de tal lacra, porque ya lo he dicho en otras ocasiones, aunque sí conviene recordar que el feminismo ha sustituido la lucha de clases por la guerra de sexos. Los mismo esquemas de Marx y Engels (para quienes la mujer casada no era sino una prostituta tonta, porque no cobraba) se han trasladado ahora al hogar… con la fuerza de los jueces y de la policía. Pero no me importan ahora las causas, sino las consecuencias de la feminista política de Zapatero y De la Vega. En resumen, ¿de verdad alguien cree que aumentando las penas, la policía dedicada a estos menesteres, el rigor de los jueces, se va a solucionar el problema de la llamada violencia de género? Hay que ser muy ingenuos, pero, al parecer, cada segundo nace uno de ellos. Yo digo lo contrario: afirmo que la guerra de sexos se va a recrudecer, que la violencia doméstica va a aumentar (lleva en progresivo aumento desde el mismo momento en que la familia natural entró en crisis) y que los presupuestos que defienden las feministas son, precisamente, los que provocarán ese aumento de la violencia contra el más próximo.

 

Como decía Chesterton, "he conocido a muchos matrimonios felices, pero a ninguno compatible". O lo que es lo mismo: las desavenencias matrimoniales no se arreglan con divorcio, sino con entrega. Y si no se arreglan con cariño, se arreglan a bofetadas. Y si los matrimonios no se abrazan, se arañan y, una vez declarada la guerra, cada sexo utilizará sus mejores armas: en el caso del hombre, la fuerza física, en el de la mujer, de cuya inteligencia yo no dudo ni lo más mínimo, la violencia psíquica.    

 

Dice el Gobierno Zapatero que hay que fomentar la educación en la igualdad sexual desde el colegio (aquí todo se recurre cargando de asignaturas a los discentes). Pero no para enseñarles que el amor es entrega, sacrificio, compromiso. No, se les enseñan mentiras tales como la que tengo ahora mismo en mis manos, que el señor Gallardón, alcalde de Madrid, reparte entre los escolares capitalinos. Sí de primaria, entre los 6 y los 12 años, bajo el nombre Micro Madrid. En ella se presenta un cómic titulado Mauro y María. Naturalmente, María es la lista y Mauro es varón, es decir, un perfecto imbécil. El titular del cómic es una completa mentira: "Iguales en todo". Es más, hombre y mujer, afortunadamente, no se parecen en nada. Tan poco se parecen que son absolutamente complementarios, física y psicológicamente.

 

La señora del cómic explica al varón tontainas, aunque aún no energúmeno, que lo que sale en la tele no se parece a la vida real (ésta es la única verdad de toda la historieta). Se queja nuestra intelectual de que los ejemplos de mujeres que vemos todos los días en televisión son macizas que confiesan no leer un libro (mentira, ahora mismo toda la farándula presume de haberse especializado en Shakespeare). Si ves la tele, afirma nuestra pedagógica historieta, parece que las mujeres sólo se preocupan de limpiar o de estar cada vez más guapas. Lo cual también es falso: las mujeres no se preocupan de limpiar, sino de estar guapas. Todas las revistas femeninas, la mayoría de las cuales están hechas por mujeres, se refieren precisamente a eso: a estar más guapas, ligar más, ascender en la escala profesional, etc. O sea, la mujer Cosmopolitan, que le dicen: ambición profesional, útero fogoso y una obsesión por ser el centro de atención de todo lo que le rodea, sin discriminación sexual, es decir, ser el foco de atención de hombres y mujeres. Naturalmente, sin autocrítica alguna y con un narcisismo peligroso. Como reza el título de una nueva revista femenina, precisamente propiedad de un grupo periodístico muy, pero que muy serio y sesudo: Tú eres única.

 

Al mismo tiempo, el Estado se esfuerza en dar cobertura a esa nueva mujer que no quiere comprometerse con nada ni con nadie. El resultado es que la mujer impone a su media naranja el número de hijos que va a tener el matrimonio, impone, en consecuencia, la vida sexual de la pareja y, por lo general, el estilo de vida de ambos (asunción de riesgos, nivel de relaciones personales, etc.). Y si no, pues rompe el vínculo y a correr. En muchas parejas, la mujer practica el chantaje respecto al varón: o esto o se rompe la baraja. Al tiempo, los jueces (generalmente mujeres) prevarican de forma permanente en los casos de separación y divorcio, donde la mujer tiene todas las de ganar. Muchas mujeres separadas o divorciadas están utilizando el régimen de visitas de los padres a sus hijos como instrumento para vengarse de su "ex", mientras el sistema judicial les facilite la venganza. Al final, no es de extrañar que la violencia de género se produzca cuando ya se ha indicado la ruptura (haya llegado o no al campo legal) entre hombre y mujer.

 

Pues bien, sin compromiso mutuo, de ambos miembros, y encima con un feminismo empeñado en generar la nueva lucha de clases de media humanidad frente a la otra media, la violencia de género no va a remitir: va a aumentar. Si no, al tiempo. Y lo peor: el desamparo de los hijos, niños y niñas, verdaderos paganos del proceso. 

 

En serio, ¿alguien puede creer que con las medidas del nuevo Gobierno la violencia de género va a disminuir? Pues no, ni en España ni en cualquier otro lugar. Si no, al tiempo.

 

Eso sí, perseguir a los del mismo género no implica violencia de género.

 

Eulogio López