Algunos directores se esfuerzan en realizar  historias pilladas "por los pelos" que resultan finalmente esperpénticas, cuando un drama como Alguien a quien amar demuestra que lo importante no es tanto la originalidad sino cómo se cuenta. Porque esta película danesa, dirigida por Pernille Fisher Christensen,  plantea un tema mil veces abordado en el cine: un adulto que, inesperadamente, tiene que hacerse cargo de un niño pero, en esta ocasión, narrado con una veracidad y una sensibilidad que desarman.

Thomas Jacob es un cantautor de fama mundial que vive en Los Ángeles y quien, tras una  larga ausencia, regresa a su país natal, Dinamarca, para grabar un nuevo álbum. Allí  se reencuentra con la hija de la que se distanció hace años, y nunca se preocupó, y con el nieto que no conocía. Precisamente la música logrará que Thomas, y su nieto Noa, contacten y cambie la vida de ambos.

Este drama humano contiene situaciones que convencen porque acierta en la descripción  de un hombre vacío debido a que optó, tiempo atrás, por desligarse de ataduras emocionales…Pero entra en escena un niño desvalido, su nieto, producto de una familia desestructurada que le hace comprender que sólo merece la pena arriesgarse por amor. Todo ello narrado (afortunadamente)  sin ningún tipo de almíbar, de forma seca pero rotunda, en una película donde la música tiene su hueco perfecto y donde la soledad campa a sus anchas.

Mikael Persbrandt (En un mundo mejor, El Hobbit) realiza un trabajo portentoso metiéndose en la piel de ese hombre amargado, bien secundado por la siempre convincente Trine Dyrholm y por el increíble niño Sofus Ronnov, que debuta en esta película

A veces merece la pena ir al cine para contemplar una historia verdadera, un relato como Alguien a quien amar.

Para: Los que les gusten los dramas humanos bien narrados