Sr. Director:
El vicepresidente primero del Gobierno cruza todas las líneas del diálogo y se aproxima a los "indignados" que amenazaban la convivencia institucional al repartir certificados de idoneidad y toxicidad democráticas entre los diputados y, aún más, al legitimar las revueltas callejeras, consecuencia directa de unos debates parlamentarios que -dice- tienen "poco que ver con la gente".

 

Para la democracia, sistema basado en la controversia y la libre expresión de ideas, no hay mayor agente tóxico que la exclusión, elemento que ofrece y receta Alfredo Pérez Rubalcaba con la intención de situarse al margen de cualquier control parlamentario y desvirtuar un sistema cuyos actores y reglas parecen incomodarle.

Son sus palabras, genuinamente tóxicas, las que resultan lesivas para una democracia basada en el diálogo.

Suso do Madrid