Sr. Director:
Después de ver la fotografía de las ministras del Gobierno haciendo corro alrededor de la de Igualdad para felicitarla por el primer paso de la reforma del aborto en el Congreso, he sentido vergüenza ajena, puesto que resulta ofensiva para una mínima sensibilidad hacia lo que representa esta ley: la legalización de decenas de miles de muertes al año.

 

No olvidemos que el aborto es la muerte de un ser humano y no la parafernalia de eslóganes progresistas que esgrime el Gobierno para aparentar una preocupación por la salud de la mujer y sus supuestos derechos individuales. Olvidan que abortar es matar con técnicas homicidas cruentas y dolorosas. Esta parte real del aborto no aparece en el debate sobre la reforma que propone el Gobierno, que está siendo realmente hábil al lanzar el señuelo de su nueva disposición favorable a revisar la situación de las menores de dieciocho años.

Cosa que se veía venir, puesto que ese despropósito no era más que un precio comercial que el Gobierno iba a rebajar para aparentar voluntad de consenso. Bastó que así lo anunciara Aído en su intervención parlamentaria para que fuera primera noticia: el Gobierno ofrece consenso.

Jesús Domingo Martínez