Valiente, discreto, pobre pero altivo, así es como describe el Conde Duque de Olivares al denominado capitán Diego Alatriste. No es extraño que con estas cualidades este personaje de ficción, imaginado por Arturo Pérez Reverte, se haya metido en el bolsillo a miles de lectores que, posiblemente, en unos meses serán superados en número por los espectadores que contemplarán esta película. No en vano vivimos en un país donde la lectura es una asignatura pendiente.

 

Agustín Díaz Yanes (Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, Sin noticias de Dios) ha resumido en una sola película la saga literaria escrita por Reverte que tiene como protagonista a un veterano capitán de los Tercios de Flandes convertido, en tiempos de paz, en mercenario contratado con sueldos de miseria. Y el resultado, sin ser redondo, no deja de tener atractivo porque es una de las escasas apuestas españolas con vocación internacional. O, si lo prefieren, una película que, en cuanto a medios y puesta en escena, nada tiene que envidiar a las grandes superproducciones norteamericanas.

 

A pesar de un ritmo irregular que decae, fundamentalmente, en el nudo de la trama cuando se narran las intrigas palaciegas y amorosas, Alatriste resulta mucho más entretenida y emocionante cuando su acción transcurre en el campo de batalla, donde se muestra el valor y la camaradería existente entre los soldados (a la par que el espectador se entera de cómo se peleaba en el s. XVII).

 

Para el público español la película cuenta con el atractivo añadido de encontrar en la gran pantalla a famosos personajes de nuestra historia y nuestra literatura como el Conde Duque de Olivares o Francisco de Quevedo. Lo que más chirría en la película, y que es fiel al texto literario en el que se basa, es que se vuelven a repetir los tópicos habituales sobre la leyenda negra española, en especial alrededor de la Inquisición. Igualmente, se refleja en la cinta la visión fatalista de la vida que tiene Pérez Reverte en la que no hay atisbo ni para la esperanza ni para la trascendencia (a tención al duelo entre Iñigo Balboa y Malatesta cuando el primero le dice al segundo : ¿Eres consciente de que no hay nada después de la muerte?). Pero advirtiendo este punto, que se traduce en ese sello amargo y pesimista característico y siempre presente en las novelas de Reverte, Alatriste puede llegar a agradar al espectador orgulloso de ser español porque como dice un personaje de la trama a otro en un momento crucial: Cuenta lo que fuimos. Un pasado no exento de grandeza (recuerden que en el siglo XVI y comienzos del XVII España era la mayor potencia mundial) que, como la película muestra en toda su crudeza, se ganó a base de sangre, sudor y lágrimas de nuestros compatriotas.

 

Un magnífico reparto encabezado por Viggo Mortesen (al que se le perdona incluso su complicado acento para ocultar su deje argentino), y un equipo técnico en estado de gracia (insuperable la banda sonora de Roque Baños y la fotografía de Paco Femenía) convierten a Alatriste en una de las propuestas españolas más interesantes del año.

 

Para: Todos los lectores de Arturo Pérez Reverte y para los que se sientan identificados con su perdedor, el capitán Alatriste.