La famosa entrevista de RTVE, así como todos los fastos por el septuagésimo quinto aniversario de su Majestad, no era propaganda de Juan Carlos I, era su epitafio. Hasta el propio burlado hablaba en pasado y colaboraba en sus propias honras fúnebres, con un peligroso sabor nostálgico, en respuesta a las preguntas asimismo nostálgicas, tales como la de qué está más orgulloso de su Reinado. Oiga, que su Reinado no ha terminado.

Vamos, que su propio entorno -el entorno progre en cuyas manos se ha arrojado- le había preparado un partido de homenaje y él pensaba que estaba jugando de delantero centro con Mou.

Y luego lo de la generación del Rey. Uno pensaría que iba a resultar un homenaje al Rey por parte de los encuestados pero resulta que no: los Juan Luis Cebrián, Josefina Molina, Eduardo Punset, Forges y compañía se laudaron a sí mismos y a toda la generación del monarca… salvo al monarca, claro está. No tengo claro si se trataba de un homenaje o de un juicio sumarísimo para el Rey y enaltecedor del propio jurado. El único católico invitado al acto fue el Padre Ángel, un cura singularísimo: no deja de hablar del hombre, pero jamás le he oído mencionar a Cristo.

Si lo piensan, todo esto es muy lógico: la generación progre española, la que ya ha cumplido los setenta, al menos los 65, no se ha caracterizado por su modestia: son gente que rara vez acude al psicólogo por complejo de inferioridad y acaba por no acudir al psiquiatra por egolatría manifiesta.

En cualquier caso, quiero decir que para ninguno de ellos el Rey merece especiales elogios: los que merecen elogios son ellos, que nos han traído a los españoles la libertad, la prosperidad y el futuro. Esto del futuro resulta especialmente relevante: la generación progre del reportaje de RTVE poseía todos los medios para convencernos de que España es un país con mucho futuro y siempre lo será. Gracias a que ellos acabaron con la tinieblas clericales y se vieron obligados a detentar el poder político, económico e informativo para sacarnos de la caverna y conducirnos al mundo ilustrado. Pero todo lo hicieron -y lo siguen haciendo porque no hay quien los jubile- por todos nosotros.

Especial mención merece el convocado por Jesús Hermida (en la imagen junto al Rey), Francisco González (FG), presidente del BBVA, antiguo jefe del actual jefe de prensa de la Casa Real, Javier Ayuso, principal inspirador del reportaje RTVE. FG no habló mucho del Rey pero sí de que España saldrá de la crisis y volverá a ser una economía respetable. Él, de hecho, predica con el ejemplo: su fortuna no ha dejado de subir en un quinquenio de crisis.

Pero volvamos al personaje central. El gran fallo de Juan Carlos I ha sido el de ser un cristiano tibio (en el Ejercicio de su mandato, que no juzgo su conciencia), con unas tragaderas inconmensurables. Por ejemplo, en todo lo referente al derecho a la vida. El problema de su sucesor, SAR Felipe de Borbón, a quien la precitada progresía lanza contra su regio padre, es otro: no es cristiano, ni tan siquiera tibio. Felipe VI será un monarca panteísta, con una formación intelectual que implica un surtido de tópicos modernistas, ecologistas y feministas. Y encima casado con una futura Reina que no acepta el papel de consorte -que es lo que es- y que presagia una monarquía escandalosa desde el día mismo de su Coronación.

España no ha dejado de ser católica, pero su Monarquía está dejando de serlo desde que se ha echado en manos del poder que domeña España desde hace un cuarto de siglo, es decir, de la progresía. Con todos sus defectos, sus incoherencias y sus malos ejemplos, el todavía Rey sigue imbuido de una cosmovisión cristiana. El próximo monarca me temo que no la tendrá, aunque no pierdo la esperanza. Y si confía, como a ello le animan la patulea de asesores de los que se ha rodeado, todos ellos progres de salón, en que el Nuevo Orden Mundial (NOM) le va a ayudar a asentarse en el cargo, se equivoca: el NOM sólo ayuda a sus lacayos.

Dicho de otra forma: la Monarquía borbónica española no va a sobrevivir por su acercamiento a la progresía -es más, eso es el abrazo del oso-, ni por los melindres de la Casa Real ante una modernidad agresiva que los Borbones consideran imbatible. Por el contrario, aunque las apariencias nos susurren lo contrario, la Monarquía española sólo sobrevivirá si vuelve a ser lo que fue, del mismo modo que España sólo sobrevivirá si vuelve a ser lo que fue: dos realidades enraizadas, no ya en el Cristianismo sino en las virtudes cristianas. España y su Monarquía, o se recristianizan o desaparecen.

Y todo esto, tiene poco que ver con la piedad de los miembros de la Familia Real, sino con su actividad y su actitud públicas.

Una majadería tremenda, porque son los cristianos españoles quienes, en nombre de los Reyes del pasado y de la fructífera alianza entre el Trono y el Altar -especialmente en el mayor logro de la historia española, como es la colonización y evangelización de América- pueden suponer el soporte de la Monarquía. Los católicos, no los progres, cuyos testimonios recogía el informe televisivo sobre el cumpleaños del Monarca.

Todo esto es muy fácil de concretar: lo primero que hizo SAR Felipe de Borbón tras constituirse formalmente la Casa del Príncipe fue advertir que no presidirá ningún acto que conlleve cualquier tipo de connotación religiosa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com