Agradecemos mucho al contable de Nóos, don Marco Tejeiro (en la imagen), que haya hecho una conexión en toda regla, aunque con dos años de retraso, donde imputa a Urdangarín y a Diego Torres como artífices de la trama.

Ya sospechábamos en qué consistía el caso pero las informaciones del propio juez Castro y del fiscal Horrach resultaban lo suficientemente confusas para no enterarnos de nada.

Tejeiro tiene una gran capacidad de resumen. Debería ser periodista. Simplemente, nos ha explicado que el pecado de Diego Torres e Iñaki Urdangarín consistía en cobrar por servicios que no prestaban o inflar las facturas de servicios que sí prestaban. Esto es, la estafa más vieja y más simple de la humanidad.

Y, naturalmente, podían hacerlo porque Urdangarín era el yerno del Rey y los paganos, instituciones públicas en su mayoría, no hacían muchas preguntas. Pagaban y a otra cosa.

Ahora bien, tanto Horrach como Castro podían haberse ocupado en aclarar el asunto, porque resulta que ese tipo de estafa sí se puede investigar. Resulta trabajosa pero muy simple.

El resto de acusaciones del juez Castro viene después de eso y a partir de eso. Es decir, viene porque además, los chicos intentaban escamotear al fisco -Tejeiro dixit- mediante sociedades pantalla que podían ocultar beneficios. Pero insisto: el delito fiscal es una mera consecuencia de lo otro, de nombre menos rotundo pero que cualquiera puede entender: lo que hacía don Iñaki consistía en aprovecharse de su boda con una infanta de España. Nada menos.

Meter en el trullo a una infanta de España es algo que mola mucho a cualquier cabreado o a cualquier envidioso

Ahora podemos juzgar al Duque de Palma, que en mi opinión es un jetas listillo y creo que sí, que debe ser condenado por ello.

Sobre la infanta Cristina sigo teniendo mis dudas. Insisto en que es admirable que esta mujer no se haya separado de un marido que se ha metido en un berenjenal peligroso. Eso le honra. Ahora bien, la utilización de fondos de una empresa privada para fines privados es algo que en las pymes resulta casi inevitable, porque en un emprendedor se confunde la actividad profesional con la personal. Por otra parte, si una esposa confía en su marido probablemente no hiciera muchas preguntas. En cualquier caso, ahora sé que Urdangarín es un pillo; la infanta Cristina me parece más negligente que pícara.

Otra cosa es la obsesión que en una sociedad cabreada como la española, en pleno guerracivilismo, por meter en el trullo a una infanta de España es algo que mola mucho a cualquier cabreado o a cualquier envidioso. Aunque eso no quita que la ley, en efecto, debe ser igual para todos. Si algo no necesita Cristina de Borbón es que se retuerzan los hechos, como hacen algunos medios, para exonerarla a priori. Y tampoco resulta ecuánime, como anhelan otros medios, que sea fusilada al amanecer, no por juicio sino por prejuicio.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com