Me lo temía. Hasta ahora me he resistido a entrar en ello. Hablo de la expresión de Benedicto XVI, hace ya una semana, en el campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau: ¿Dónde estaba Dios en aquellos días?. Incluso ha habido un lector de Hispanidad que ha exigido su inmediata dimisión ¿O quizás era destitución?- como pontífice.

Todo esto me recuerda a la cantidad de simplones y a veces algo más- incapaces de aceptar la frase de Cristo en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? O la cantidad de algo más que simplones aunque rima en consonante perfecta-, para los que estas palabras serían un signo inequívoco de que el Redentor apostató justo antes de expirar.

Veamos, porque la frase del Pontífice en el campo de concentración conviene destacar dos puntos que evoca la frase. En primer lugar la frase de Louis de Wohl: Mi hijo ha muerto. Dios no existe. El problema el dolor, como decía Clive Lewis, no es más que el problema del mal, y su respuesta es la libertad. Existe el mal porque el hombre es libre. Dios ha querido hombres libres, no animales irracionales que no puedan hacer otra cosa que venerarle. La libertad es condición sine qua non del amor. El silencio de Dios no es más que el respeto, tremendo respeto, que el Creador siente por la libertad de la criatura La regla especial de Dios es que no puede seducir, sólo cortejar.

Y la gran verdad oculta del hombre es que no aprecia la libertad. Es más, se diría que la odia. Mucho reclamarla para luego resistirse a ejercerla. La libertad es incómoda, horrible, premiosa, agobiante. La esclavitud, por el contrario, es como un plano inclinado, como un descenso permanente. Y a bajar, ya lo dice el refrán, todos los santos ayudan.

Y si esto es así, ¿por qué el pontífice le reprocha a Dos su silencio? Pues se lo reprocha por la misma razón anterior: por amor. Los amantes se reprochan, y con mucha fuerza, una cosa sobre todas la demás: la falta de ayuda en el momento en que el ofendido lo considera ineludible: ¿Señor, por qué dejaste que los nazis perpetrasen el matadero? Hasta Dios Hijo le recuerda a Dios Padre es una frase hecha, sí, un salmo, pero eso no cambia el sentido de la frase- que le haya abandonado en esos momentos. La frase de Cristo en la cruz y la de Benedicto XVI en Auschwitz son dos y una misma cosa: la ironía del amor. De ti, le dice el amante al amado, no espero algo, lo espero todo, porque todo te he dado. ¿Cómo te atreves a fallarme? Es la confianza del cariño lo que le lleva a Cristo a reprocharle al Padre eterno que le haya abandonado colgado de un madero, y la ironía consiste en que fue él mismo, el Hijo, quien escogió ese madero. En boca del Papa alemán, la ironía consiste en una pregunta acusadora dirigida a Cristo, aunque Benedicto XVI conoce perfectamente la respuesta. El amante que no le reprocha algo a su amor, es que no sabe amar.

Eulogio López