Este domingo me encontraba limpiando unas pintadas en la Iglesia de mi pueblo. La Guardia Civil y la policía local me ven con la brocha en la mano y no detienen el vehículo.

Al fin y cabo deberían haber dado orden para que las patrullas de limpieza del Ayuntamiento hicieran lo que subsidiariamente he decidido hacer. Y no es sólo gamberrismo. También hay blasfemia, que es mucho más grave.
Y ojo, porque el pueblo demuestra una sabiduría infinita. Estos que pintan en la Iglesia son gentuza, tenían que estar los culpables con la brocha, es una vergüenza que se hagan estas pintadas en la Iglesia y que no se detenga a nadie. Estas son algunos de los comentarios recibidos por la gente de a pie, los que van con el carrito de la compra o regresando a casa. Gente sencilla, de orden, que no le gusta que sus iglesias sean pintarrajeadas con letreros blasfemos.
En estas se acerca un dominicano. Se queda mirando. Le pregunto si quiere algo y arranca su discurso: Los que hacen esto son basura. A partir de aquí me cuenta que es un dominicano llegado a España por reagrupación familiar, que es consciente de que no está en su país, pero que no entiende por qué nuestro sistema judicial es tan permisivo con los delincuentes. Tenían que hacer como en Estados Unidos, al que le pillen, avión y para casa. Lo dice un dominicano con permiso de residencia, pero no de trabajo.
No le es fácil encontrar empleo. Todos le piden el permiso de trabajo. De momento, va tirando trapicheando aquí y allá; tu sabes. Sabemos. Pero su difícil situación laboral no le lleva a justificar el gamberrismo, sino a censurarlo con dureza. Yo no les entiendo a Uds. los españoles que dejan que esta gentuza, esta basura, para mi, sigan por ahí como si no pasara nada.

Él lo tiene muy claro: antes de delinquir, regresa a su país. En mi pueblo, mi abuela cedió un terreno gratis para construir una Iglesia; a los 20 hombres que trabajaron en la construcción les daba de comer; las cosas han cambiado, pero no entiendo esta falta de respeto. Toda una lección. Y es que la cultura, el respeto y la evangelización vienen ahora de nuestros hermanos del otro lado del Atlántico.

Luis Losada Pescador

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