Sí, a mí también me gustaría que un negro -perdón afroamericano de origen subsahariano- llegara a la Casa Blanca. El problema es si debe ser justamente este afroamericano-subsahariano el ganador del premio, porque Barak Obama es un capi-progre de mucho cuidado: capitalista  progresista, es decir, los dos grandes enemigos del hombre en el siglo XXI. Dos detalles: el aborto y el Estado del Bienestar.

Con esa influencia, muchas veces lamentable, que Estados Unidos posee sobre el resto del planeta, el comienzo de la era abortera moderna se cifra en USA, en 1973. Y el derecho a la vida resulta muy útil para definir a las personas, porque el aborto es mucho más: representa toda una filosofía de vida.

De hecho, existen dos definiciones de progresismo: o es relativismo o, sencillamente, progre es el que se empeña en matar a los seres más inocentes y más indefensos: los niños no nacidos.

Pues bien, en este examen, el señor Barak Obama suspende de mala forma. Como se sabe, fue el Tribunal Supremo norteamericano el que inauguró la triste y herodiana era de la muerte, pero Obama no se conforma con eso: para él, el aborto no es un mal menor, sino que pretende, no un fallo judicial, sino una ley federal que asegure el derecho de una madre a matar a su hijo y a enriquecer a los mercaderes de la muerte.

Dicho esto, igual me da que sea negro, blanco o cobrizo: yo no podría votar a Obama. Y no se interprete lo anterior como un apoyo al republicano McCain... porque también es abortero.

Nuestro subsahariano es, pues, un progre, pero también un capitalista. Estados Unidos, arquetipo del sistema capitalista, es un tren que nunca para: cada cual tiene que cogerlo en marcha pero si alguien no se sube a tiempo se queda fuera. Si hablamos de organización social, lo que distingue a América de Europa es el Estado del Bienestar. Es verdad que en el Viejo Continente urge reducir un tanto esa solicitud del Estado por el ciudadano, desde la cuna a la tumba, pero en Estados Unidos es peligroso ponerse enfermo. Pues bien, mientras la senadora Hillary apostó en su día por un servicio sanitario público, Obama no tiene la menor intención de modificar el esquema económico norteamericano. Obama, descendiente de africanos pobres, se encuentra a sus anchas con el tren sin paradas, porque él hace tiempo que se encaramó -y nadie le niega el mérito- al vagón de primera clase. De hecho, todavía no entiendo de qué tipo de cambio alude su eslogan por el cambio.   

Y no se entienda lo anterior como un apoyo a Hillary, otra abortera tirando a feminista radical, otro miembro del Nuevo Orden Mundial.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com