Políticamente, Zapatero ha logrado el 3 por 1: pacificar a los suyos, contentar a los nacionalistas y aislar al PP. ¡Bingo! Sin embargo, la operación no está todavía cerrada desde el punto de vista económico. Queda por detallar la cifra de devolución de la sobrefinanciación. Y si la cifra es elevada, puede que finalmente quede lo comido por lo servido.

Veamos. Las CCAA definen por una parte el cuadro de financiación (origen de los fondos) y las necesidades de gasto. Si la financiación se ve elevada como consecuencia de subir las cesiones de IRPF e IVA al 50% y de impuestos especiales al 58%, con la situación actual, se produce una sobrefinanciación que deberán revertir al Estado vía fondo de suficiencia, el antiguo fondo de compensación interterritorial. De esta manera, Cataluña tendría más capacidad, pero no más dinero.

Por supuesto, esto no es viable, porque para tal viaje, no hacían falta tantas alforjas. Maragall ya ha anunciado que revisará sus necesidades de gasto. No olvidemos que el pacto sanitario no resolvió el déficit generado por el incremento poblacional derivado de la regularización masiva. Y en todo caso, algo deben de arañar. El problema es cuánto. Si la devolución es mucha, el asunto quedaría lo comido por lo servido. En cambio, si es poca, sería un pan con unas tortas, fuegos artificiales, un cambio de todo para que todo siga igual.

Y es en con ambigüedad con la que Zapatero ha logrado el consenso de barones y catalanistas. Mientras Mas afirma que el texto acordado permitirá hablar de tu a tu con el Estado, Chaves e Ibarra muestran su satisfacción por el acuerdo alcanzado.

Pero habrá que ponerle patitas, que diría la vicepresidenta De la Vega. Si las patas son largas (mucha devolución), los barones quedarán contentos. Y los catalanistas también porque, como informamos, Mas tendría posibilidades de codirigir los destinos de la Generalitat y Durán tendría posibilidades ministrables. Queda la asignatura pendiente de la inclusión de los nacionalistas en el Gobierno nacional, señalaba recientemente Zapatero. Ese proyecto de Aznar que fue rechazado por el patriarca convergente, Jordi Pujol, también presente en la rueda de prensa de Mas del pasado fin de semana.

Conclusión: que puede que todo no sea más que fuego de artificio en el que finalmente nada cambie. El PP se quedaría descolgado en su discurso catastrofista y el PSOE conseguiría marginar un poco más a los populares. Una jugada perfecta con un sólo perdedor: Pedro Solbes, al que le han hecho comulgar con ruedas de molino. Solbes debería de haber dimitido, pero saben que tragará con todo, afirman desde el PP. En cualquier caso, lo que está en juego es la solidaridad interregional. Comprenderán que no se recauda el mismo IVA en Cataluña que en Andalucía.

Fiscalmente, Mas le ha metido la mano en la cartera a Zapatero hasta unos extremos que Solbes no habría admitido y que rebasan ampliamente las llamadas líneas de no retorno. Así, ha cedido el impuesto más importante en el mundo actual: el IVA. Y con él, el 58% de los impuestos especiales, que no deja de ser un segundo IVA. Es cierto que la capacidad normativa sobre estos gravámenes permanecería en el Estado. Si no fuera así, tendríamos que hablar de total disgregación de la hacienda Pública. En cualquier caso, está claro que Pedro Solbes jamás habría aceptado, motu proprio, unas condiciones tan draconianas.

A partir de ahora, todas las comunidades autónomas pedirán lo mismo. Lo cual, no sólo disminuye el poder del Gobierno central, sino que compromete el futuro del tercer anillo, de la administración más próxima a los ciudadanos, es decir, de los ayuntamientos.

Ah, y si no se ha cedido la capacidad normativa sobre el IVA, probablemente es porque Europa no lo admitiría. Como se sabe, el rey de los impuestos indirectos lo fija cada Estado miembro de la UE, pero todos tienen muy claro que no pueden separarse mucho de la tónica general, de lo que podíamos llamar el consenso europeo.