Sr. Director:
He leído con suma atención todos sus artículos relativos al Día del Orgullo Gay, y los comentarios posteriores que ha suscitado.

Yo soy homosexual. Soy católico. Y me parece, dicho sea con todo respeto, que las opiniones vertidas tanto por usted, en algún punto, como por los "ofendidos" por su opinión, pueden ser dichas de forma menos hiriente.

No cabe duda de que la cuestión en sí genera polémica. Pero creo que una cuestión que afecta a situaciones sufridas por algunas personas no debe ser despachada con algunos comentarios que son hirientes. Repito que soy homosexual, pero no coincido para nada con el movimiento gay.

En primer lugar porque nunca he entendido que para defender una determinada posición haya que ser tan ofensivo y maleducado como son en general los miembros del colectivo "oficial" gay.

En segundo lugar porque la celebración en sí del dichoso día del Orgullo, (yo no me siento orgulloso de ser gay. Lo soy, y le pido a Dios que me deje serlo con la mayor dignidad posible), es una mezcla de chabacanería, mal estilo, intolerancia y mucho, muchísimo mal gusto. Pero dicho esto, D. Eulogio, quiero decirle a usted, si me lo permite, que Dios no pide héroes. Que para mí lo natural no es estar con una mujer, porque choca con mi naturaleza. Y que se puede vivir el amor hacia otro hombre, creo que sí, en la reserva y en la discreción, sin necesidad de ser insultado o zaherido por ello. La Iglesia hace bien en proclamar lo que proclama. Pero le puedo decir que sacerdotes nada sospechosos de ser "progres", conocen mi situación, me confiesan y me dan de comulgar.

Yo vivo en la homosexualidad lo que vive un matrimonio. Vivo en amor. Y vivo con fe. Me gustaría publicara esta carta, porque hay muchos homosexuales que viven su fe de la misma forma, sin insultar a quienes están en desacuerdo con nuestra forma de vida, y sin desde luego hacer una defensa patética de unos derechos supuestos o no, pero cuya defensa se ha convertido en una muy beneficiosa manera de vivir. Y si no que se lo digan a los de la COGAM, o a otros movimientos gays, que hacen de su capa un sayo, con el dinero que reciben.

Soy homosexual. Y soy católico. Pero no creo en estos colectivos que hacen del victimismo una forma de vivir, y del insulto y la intolerancia una jugosa vida loca.

Alfredo Casquero

tiopepe34@gmail.com