El fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, sólo tiene dos obediencias: Rodríguez Zapatero y Pedro J. Ramírez. En El País hace mucho tiempo que se arrepintieron de haber saludado con vítores su nombramiento, porque ahora saben cuál es su juego. Pues bien, en la mañana del viernes 13, en San Sebastián, Pumpido hacía el papelón de su vida: si lo he entendido bien, aunque creemos que él es quien no la ha entendido. No pueden confundirse los derechos individuales como los colectivos. De tal manera, que, aunque Batasuna esté ilegalizada, sí podrá llevar a cabo su congreso, dado que no se presenta como un acto de partido (sí, sí que se presenta) sino como el derecho individual de reunión. Si estiramos el argumento, y no mucho, nos encontraríamos con que a una asociación mafiosa no se le podría detener por sus actividades, aunque, eso sí, se debería perseguir a cada uno de sus miembros por su delitos. Y de nada vale ilegalizar una asociación nazi, dado que sus miembros pueden seguir realizando sus actividades en defensa de su derecho de reunión.

Y más, con la boca hueca, el fiscal general del Estado ha advertido que la ilegalización no suspende derechos individuales de sus militantes. Estamos hablando de organizar un Congreso, arquetipo de las cosas que hace un partido político como institución, y no sus militantes a título individual. Es más, ya embalado, insiste en que la Fiscalía sólo actuaría si fuera un acto de partido, de lo que debemos deducir que un congreso no es un acto de partido.

En conclusión, Batasuna celebrará su congreso y Zapatero se emperrará en ser el pacificador de Euskadi. Según esta lumbrera que tenemos por Presidente del Gobierno, la ley de partidos, apoyada por el PSOE, es muy restrictiva y su aplicación muy delicada. Pues señor Zapatero, ese tipo de leyes hay que cambiarlas, pero no conculcarlas.

Si algo define a Mr Bean es su insensatez, Su capacidad para meterse en todos los charcos y su negativa a salir de ellos, aunque esté tiritando por tener los pies mojados.

Sus declaraciones respecto al Estatut todavía han sido peores. Ahora resulta que Zapatero admite que conocer el catalán será un deber, pero no se castigará a quien lo incumpla. Pero entonces, no es un deber, ¿verdad? Para nuestro número 1, nación es una palabra, y estado de derecho debe de ser una expresión romántica, y está bien que el Estatut obligue a emplear el catalán pero que no se castigue a quien hable castellan ¡Qué considerado!

El problema del nacionalismo es que no tiene límites. En su momento, Felipe González, celebró una entrevista con Carlos Garaicoechea, entonces presidente del Gobierno vasco y líder del PNV (bueno, algo así). González, que sabe ser simpático en las distancias cortas, le preguntó:

-Carlos, sé sincero, ¿hasta dónde queréis llegar?

A lo que Garaicoechea, ejerciendo de gallego antes que de navarro, respondió:

-Señor Presidente, esto es un proceso histórico.

A partir de ese momento, González rompió con el nacionalismo. Comprendió que no tenían remedio, algo que no ha aprendido Zapatero, empeñado en salir ileso de los procelosos pantanos de la boina.

¿A quién hemos colocado en La Moncloa? A Mr. Bean: ignorante, insensato y muy, muy rencoroso.

Eulogio López