La diferencia entre un mártir y el suicida de hoy es que el mártir está dispuesto a morir por su fe, mientras el suicida está dispuesto a morir matando por su causa. Es la misma diferencia que existe entre el amante y el fanático. Y eso que el caos que nos ocupa es un tanto especial, porque, por lo general los terroristas de ETA se distinguen de los islámicos en que, siendo asesinos los dos, los de ETA sienten más querencia hacia matar que hacia morir.

De Juana Chaos es un etarra condenado por asesinar a 21 personas. Condenado a 3.000 años, ha estado a punto de salir a los 18 de condena y seguramente conseguirá la libertad en menos de dos años. Ante tamaño triunfo, De Juana ha decidido abandonar la dieta. Han sido los fiscales, el brazo armado judicial del Gobierno Zapatero quien han decidido motu proprio, naturalmente- rebajar la condena al chico del régimen intensivo. Uno entendería que el Gobierno, a cambio del abandono de las armas por parte de ETA, decidiera una amnistía ilegal en principio pero posible si se le llama de otra forma-, pero lo que no esperaría es que se manipule a la justicia para conseguir el fin deseado. Eso es muy feo. Es mejor indultar que pervertir la Administración de Justicia. Pero con el Gobierno Zapatero y en especial con sus dos portavoces, la vicepresidenta Fernández de la Vega y el titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, hay que recordar la vieja máxima del periodismo británico : Ninguna noticia puede darse por cierta si no ha sido oficialmente desmentida por el Número 10 (sede del primer ministro). Aquí lo mismo, sólo cuando De la Vega niega que haya contactos entre el Gobierno y ETA, y cuando Rubalcaba asegura que no se ha pactado con Batasuna el asunto De Juana Chaos, podemos estar seguro de que hay negociaciones con la banda y de que Zapatero ha cedido al chantaje de Batasuna sobre De Juana. Es la prueba del nueve.

Pero el trasfondo del caso De Juana va más allá. Se retrotrae todo a la negociación de Zapatero con la banda terrorista y al marco mismo de dicha negociación, que nos lleva a la genial frase de Juan Pablo II que ya hemos comentado en otras ocasiones: no hay paz sin justicia, no hay justicia son perdón. A lo que habría que añadir: ni puede haber perdón sin arrepentimiento. De Juana puede morirse de hambre, pero no siente el menor remordimiento por haber asesinado a policías y gente de la calle, todos ellos, como es sabido, feroces represores de Euskadi. Y los mismo ocurre con la mayoría de los etarras y de los batasunos. Hasta Dios, que perdona siempre, exige sólo una cosa: el arrepentimiento del penitente. El problema es que los terroristas han perdido el sentido de pecado. Bueno, no sólo los terroristas. Por curiosa coincidencia, Benedicto XVI ha hablado sobre la cuestión, y sus conclusiones son más nítidas y profundas que las mías.

Sin embargo, a ZP le importa poco que no hay arrepentimiento : lo único que quiere es que ETA no asesine más para poder pasar él por el pacificador de Euskadi. El precio, los medios, no importan.

Lo que nos lleva a conseguir la paz sin arrepentimiento. Es decir, a renunciar a la justicia. A este precio, créanme, la paz en Euskadi no merece la pena.

Eulogio López