Los terroristas no cambiarán nuestro modo de vida dice la Reina Isabel II. Eso seguro, Majestad, Pero verá usted, lo que deberíamos impedir es que los terroristas cambien, no nuestro modo de la vida sino su sentido de la vida, siempre que su vida tenga algún sentido.

En la prensa española, entre miríadas de comentarios sobre los atentados de Londres, Juan Manuel de Prada parece haber sido el único que ha dado en la diana: ¿Qué valores? ¿Qué principios?, se pregunta ante la constante alusión de todos los políticos europeos que repiten como papanatas los valores de la democracia. Por cierto, también lo repite Juan Luis Cebrián, consejero delegado de Prisa, en su artículo del viernes 8 en El País, pero según el estilo del personaje. Janli es como aquel viejo militar americano en el Japón cinematográfico de la postguerra: A estos les hago yo demócratas aunque tenga que fusilarlos a todos. Además, su conclusión siempre es la misma, se trate de atentados terroristas o de problemas lingüísticos: la culpa de todo la tiene Aznar.

Sí, ¿de qué valores estamos hablando? Prada no se atreve a dar el último paso y no escribe la conclusión esperada de su siempre espléndida argumentación: valores cristianos, que es de lo que está hablando, pero eso casi no es lo más importante en el momento presente. Antes de identificar esos valores de Occidente hay que saber qué entendemos por valores. Prada no habla de cristianismo, por sí de relativismo. Ciertamente, como ya escribí el pasado viernes, los terroristas islámicos no están atacando ni al Cristianismo ni a Occidente, a lo que están atacando es al relativismo de Occidente, aunque el idiota de Ben Laden no se haya enterado. Lo que no soporta el Islam es la regla de oro de Occidente: Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.

Y así, aunque Teresa Fernández de la Vega, que intelectualmente parece una transmutación de elfo a orco, insiste en los valores de Occidente, seguimos sin saber de qué valores estamos hablando. ¿De tolerancia? Pero, habrá que repetirlo una y otra vez, la tolerancia no es un valor, sino el respeto a los valores ajenos. Si se quiere, la tolerancia es un modo de vivir los valores. Es mucho, pero es poco : no da sentido a la vida. De la misma forma, el relativismo no es un valor, sino la imposibilidad de reconocer valor alguno. El relativismo es, sencillamente, la abolición del hombre pensante, ergo, la abolición del hombre libre ergo, la abolición del hombre.

Por eso, o recuperamos los valores, empezando por aquel que dictamine que la persona es sagrada, desde la concepción hasta la muerte, o los terroristas habrán ganado. Porque ellos, en su fanatismo, en su odio, en su imbecilidad, creen en algo : mientras que Isabel II, Juan Luis Cebrián o Fernández de la Vega y toda la progresía imperante, continúan empeñados, no sólo en que no creamos en nada, sino en que creer en algo es dogmatismo y tiranía.

El socialista Indalecio Prieto decía que a nada temía más que a un requeté recién comulgado. Pues miren ustedes, por ahí van los tiros.

Eulogio López