Sí, es cierto que los británicos nos han dado una lección a los españoles, al igual que nos la dieron los norteamericanos, que catapultaron a Bush hasta la supermayoría o los australianos, que tras perder a muchos compatriotas en Bali renovaron al primer ministro John Howard en el poder. En España, por contra, funcionó el Síndrome de Estocolmo que aún perdura: los españoles no se unieron contra Ben Laden sino contra José María Aznar, que era un culpable mucho más próximo. Y así, con esa cobardía lamentable, España envió al mundo el más odioso de los mensajes: el terrorismo funciona. Asesinas a 192 seres humanos y cambias un Gobierno. Y, naturalmente, el Ejecutivo Zapatero lleva un año largo en el Gobierno con un solo objetivo : borrar la innegable verdad de que es Presidente de España gracias a Ben Laden.

Los británicos pueden tener muchas cosas contra Tony Blair, que les metió en una guerra (ellos sí que participaron en la guerra de Iraq, no en la postguerra) injusta, pero no lo demostrarán ahora. Si mañana hubiera elecciones en Reino Unido, Blair recuperaría los electores perdidos en las últimas generales del 5 de mayo. Seguro. Los británicos no están dispuestos a permitirse debilidades ante el fundamentalismo islámico : saben muy bien quién es el enemigo. España, por el contrario, es cobarde pero, sobre todo es cainita: prefiere recriminar a Aznar (personaje recriminable por muchos motivos, seguramente, pero no es esa la cuestión) que al fundamentalismo islámico.

Lugo está lo de la censura. No, no ha sido autocensura: el Gobierno Blair ha evitado que en 24 horas tras el crimen ni una sola cámara de TV penetrara en el metro londinense. Hemos visto el autobús siniestrado porque no era posible ocultarlo, pero del metro, verdadera trampa mortal, sólo sabemos lo que nos han contado las víctimas. La policía británica ha impedido imágenes sangrientas, verdadero botín para los terroristas y para la TV basura. Durante seis horas, la policía insistió en que las víctimas mortales eran dos, y hasta el Gobierno australiano se ha adelantado el británico en el número de asesinados. Y que no se diga que se trataba de informar primero a los familiares: a los familiares les informas de los nombres, pero el número de muertos puedes decirlo en cualquier momento.

¿Es buena la censura frente al terrorismo? No tengo respuesta. En principio sí, porque evitas el terror, la histeria, la irracionalidad, que es lo que busca el terrorista, que no es un loco irracional sino un canalla de lo más racional.

Ni todo lo que es verdad es demostrable, ni todo lo que es verdad es mostrable. Decirle un niño que su padre es un borracho no es transparencia, es una barbaridad. Aquí hablamos de público adulto, pero el efecto de la muerte provocada también afecta a los mayores. Supongo que en el punto medio está la virtud, porque si no hay información surge el rumor, es decir, la incertidumbre.

Pero ni la cobardía ni la censura son los elementos más importantes. La humanidad sabe de reacciones valiente en dirección equivocada y de discreciones que al final resultan contraproducentes. Lo más importante es la reacción ante este nuevo tipo de guerra sin escrúpulos que es el terrorismo. Quien no vea que estamos en el prólogo de una guerra de civilizaciones es porque no quiere verlo. Insisto : el Islam no lucha contra el cristianismo sino contra el relativismo, que es la religión actual mayoritaria en Occidente. Cuando un desencajado Tony Blair insiste en que debemos aferrarnos a nuestros valores, al mayoría de la gente piensa en tolerancia. Pero la tolerancia no es un valor. La tolerancia es el reto mutuo entre las distintas concepciones. Un valor es aquello que da sentido a la vida. El relativismo no es un valor distinto : simplemente niega precisamente eso : que la vida tenga un sentido. Al final, el relativista se guía por un código moral mucho más rígido que el de cualquier credo o religión: sus sentimientos cambiantes o sus caprichos asimismo cambiantes. Intelectualmente, el relativista termina guiándose por sus prejuicios.

Lo decía Chesterton, que viene al pelo, porque nadie como él supo amar y criticar a su querida Inglaterra: En la mente humana sólo caben dos cosas y sólo dos: el dogma y el prejuicio. La Edad Media era una época intelectualista, una era de doctrina. Nuestra época es, en el mejor de los casos, una era de prejuicios. Una doctrina es un punto determinado, un prejuicio es una tendencia. Que se pueda comer un novillo mientras que no se puede comer un hombre, es una doctrina. Que se deba comer lo menos posible de cualquier cosa es un prejuicio, al cual de vez en cuando se le llama ideal (Lo que está mal en el mundo).

Pero aún más importante es contemplar como interactúan credos y prejuicios: Los creyentes se arrojan unos contra otros, mientras que los supersticiosos se apartan los unos de los otros. Cada credo es una entidad colectiva y aún sus pecados son sociables. Cada prejuicio es una entidad particular y aún su tolerancia es misántropo. Blair no va a convencer a nadie refiriéndose a unos valores que no define. No los define porque no pude decir que está hablando de los viejos valores cristianos, que son los que han hecho Europa. Ente otra cosa, porque Europa los ha perdido. Por ejemplo, Europa, con ella Reino Unido, ha perdido el sentido sagrado de la vida humana. No sin razón, un musulmán alegará que en un solo día en unos cuantos condados británicos se asesina a más niños inocentes en las clínicas abortistas londinenses que los asesinados en los macabros atentados de Londres. Ben Laden afirmaría que no tenemos legitimidad moral para reprocharle nada. Es falso, por supuesto, pero es entendible.

No, Europa, y con ella todo Occidente, se debe volver del prejuicio al dogma. O eso, o la guerra abierta No cabe otra posibilidad.

Eulogio López