Sr. Director:

No tuve la suerte de conocer a ninguno de mis abuelos, por eso de pequeña me gustaba ir a casa de una de mis amigas que en su casa convivían también los abuelos. ¡Y que bien nos lo pasábamos! Hoy, ya he formado una familia y tengo una hija de 18 meses, gracias a Dios tiene la suerte de gozar de sus cuatro abuelos. A pesar de su corta edad, como disfruta cuando la llevamos a casa de los abuelos. Todas las noches antes de ir a la cama llamamos a los abuelos para que hable con ellos, que ilusión le hace cuando los escucha. Con esa voz angelical cuando dice ¡alela!,¡alelo!, como comprenderéis no puede aún pronunciar mejor, pero la veo tan feliz cuando los ve o cuando los escucha, tan pequeña, como capta la ternura, la paciencia, el cariño quizás los caprichos que nosotros no le damos. El Papa en su visita a Valencia, nos ha recordado que los mayores "pueden ser -y son muchas veces- los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos aportan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias". Reconozco que son un tesoro para las nuevas generaciones, por sus testimonios, su transmisión de la fe y de valores, su experiencia en todos los órdenes, son eso "un tesoro infinitamente superior a lo que ofrece hoy la sociedad de consumo", porque nos enseñan con otro lenguaje diferente y con otra visión sosegada de ver las cosas.

Carmen Ramírez Herrera

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