Hay directores de cine que hacen siempre la misma película aunque cambian de envoltorio. El germano Roland Emmerich ha encontrado un filón realizando  películas apocalípticas (recuerden, también son suyas Independence Day y El día de mañana). Abróchense los cinturones porque la fecha fatídica es en el 2012

Curiosamente la idea de la que han partido, tanto Emmerich como el guionista Harald Kloser para esta nueva aventura catastrófica: Las cosas van mal, la sociedad no funciona y el planeta tiene que volver a empezar. Estoy convencida de que  actualmente la comparte gente de convicciones muy serias. Personas que, en ningún caso, acudirán a ver este largometraje sobre el calentamiento global de la tierra que lleva aparejado todo tipo de desastres de los que es muy difícil escapar salvo a unos pocos elegidos.

Aunque en este tipo de producciones siempre hay un reparto coral, el héroe absoluto de esta historia es un escritor fracasado, reconvertido en chófer de limusinas, que parece poseer más poderes que Superman y más vidas que un gato que iniciará una carrera desenfrenada para salvar del fin del mundo a su familia

El espectador que acude a un largometraje de estas características sabe perfectamente lo que quiere: contemplar  secuencias llenas de adrenalina y poco más. Emmerich demuestra ser muy generoso en esa parcela, y en efectos visuales,  porque en 2012 verán cómo se traga el mar casi todo el planeta  (sí, incluido el Vaticano) aunque, curiosamente, es optimista al presentar a la mayor parte de la humanidad con una gran entereza para afrontar el final (esto sí que es increíble).

A pesar de todos los fuegos de artificio que despliega, 2012  es muy simple en su desarrollo, sus diálogos tópicos carecen de tensión dramática y la mayoría de los efectos visuales se ve claramente que han sido rodados en  escenarios virtuales. Pero, a pesar de ello, no me cabe duda de que 2012 tiene su público: ese que le gusta comer palomitas y afrontar dos horas y media de metraje sin despeinarse viendo cómo acaba el fin del mundo.

Para: Niños de 12 años que les gusten los videojuegos El resto, a menos que vayan a reírse, abstenerse