Sr. Director:

Ahora que el Sr. Polanco ha ordenado a su Iñaki que se vaya a su nueva televisión (canal 4) a darla un empujón de arranque, es un buen momento para hacer balance de su trabajo al frente de la SER.

Gabilondo es uno de los más claros ejemplos del perfecto progresista: tono suave, convincente, normalmente sin dogmatismos ni acaloramientos verbales, como diciendo yo no se, me parece..., todo lo contrario que Jiménez Losantos, vamos, que es muy difícil que te caiga mal, y ahí está precisamente su peligro.

El pensamiento progresista es hijo del relativismo, hermano de la tolerancia y padre del buen rollo. En ésta democracia formal, un medio progresista necesita aparentar pluralidad, libertad de opinión a las corrientes contrarias, de modo que se hace mucho más fácil la penetración del propio mensaje. Esto Iñaki lo sabe hacer muy bien, pero antes se ha encargado de que la posición contraria esté defendida de forma más débil, ridiculizable, errónea, y cuando la persuasión no es suficiente se acude a la mentira y tergiversación directas.

Pero detrás de todo ello se esconde un radical totalitarismo en lo que se refiere a sus dogmas básicos: no existe la verdad objetiva, yo soy la medida de todas las cosas, nosotros somos los buenos, todo lo antiguo es malo (y viceversa), la Iglesia Católica es el principal enemigo de la sociedad.

Podríamos resumir el espíritu de los progres como Iñaki en tener buena conciencia y a la vez buena vida, porque hay que ver como viven los que se erigen en defensores de los pobres (Iñaki 2 millones de euros al año, Polanco de los más ricos de España, etc.).

Qué distinta es está actitud de aquellos socialistas históricos que, partiendo de la conciencia de ser unos privilegiados y por tanto responsables de la miseria de los hermanos empeñaban su vida en todos los sacrificios necesarios por su liberación. Personas así hoy sólo las he conocido en esa tan temible Iglesia Católica.

Rodrigo del Pozo

rpozofer@yahoo.es