¡Ay, España de mi alma!

 

¿Que será de ti, que convivir no sabes

ni la libertad utilizar quieres.

Siempre entre la vida y la muerte, 

siempre en los extremos,

siempre al otro dividiendo.

Queriendo destacar más otro que uno,

sin saber vivir tu historia, tu riqueza,

prefiriendo la pobreza y el terruño,

la ignorancia a la excelencia.

 

¡Ay, España de mi alma!

 

Que descansar no sabes

de tus pequeñas ambiciones,

despreciando al santo y al villano,

al que destruirte busca, alabando.

Que ilusiones compartir no quieres,

cuando de historia y de saber estas llena,

de hombres que grande te hicieron,

de tierras ubérrimas, siempre plenas

de lenguas, amores y riqueza.

 

¡Ay, España de mi alma!

 

Que por ti mi corazón pena.

¡Si unión a los tuyos dieras!

¡Que grande serias!

¡Que envidiada fueras!

¡Que respeto te tendrían,

aquellos que desde fuera

en ti, con admiración se mirarían!.

Como a la Madre que parió naciones,

a las que dio su lengua, su vida,

que como huérfanas se encuentran

transitando errantes como estrellas,

sin un Sol que les caliente, les sirva de guía.

 

 

J. R. Pablos