Naciones Unidas, una institución que ampara y fomenta el aborto a través de sus organismos, ha tenido que escuchar este pasado jueves un informe de mal gusto, políticamente muy incorrecto. El Instituto de Política Familiar, entidad observadora que ha presentado el documento junto a 16 organizaciones de todo el mundo, le ha recordado a la ONU que 100 millones de niñas faltan hoy en el planeta como consecuencia del aborto y el infanticidio femenino.

En los países donde un hijo es una boca más que alimentar, pero un brazo más en las tareas cotidianas, las niñas resultan una incómoda carga. Más aún si el Estado limita el número de hijos que puede tener una familia. Y por esa razón, de los 100 millones de abortos, 80 se han producido en India y China. Si a estas cuestiones se añaden factores culturales como el desprecio directo por el hecho de ser mujer o la ruina a la que puede llevar el pago de una dote -explica Lola Velarde, representante de la Federación Internacional del IPF ante Naciones Unidas- nos encontramos con un cóctel de consecuencias especialmente negativas para las féminas.

Además, el informe advierte que estas prácticas han provocado un desequilibrio global en la distribución entre hombres y mujeres. Por ejemplo, en la India ya nos encontramos con "pueblos de solteros" y en China los hombres no encuentran mujeres con las que casarse, porque, simplemente, no las hay. La eliminación física de las mujeres ha desencadenado un aumento de la violencia, el alcoholismo, la drogadicción o las depresiones, así como un alarmante incremento de las violaciones y el tráfico de mujeres

Y todo esto en el contexto de la 51ª sesión de la Comisión sobre la Situación de la Mujer. ¿Querían hablar de discriminación? Pues toma discriminación: a las mujeres se las discrimina incluso cuando se trata del derecho clave, el contenedor imprescindible para el resto de los derechos: el derecho a vivir, menospreciado para defender supuestamente los derechos de la mujer y la "salud reproductiva". Los datos sacan a la luz una contradicción demasiado evidente como para que la ONU siga cruzada de brazos ante el asesinato de niñas... y de niños.